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jueves, 23 de agosto de 2018

¿Cómo el negro curro llegó a la Habana?


Autor. Ivo Basterrechea Sosa.
Cárcel Real de Sevilla.

El negro curro o del Manglar no formó parte de la trata de esclavos en su venida para América. Sobre él han escrito Cirilo Villaverde, Luis Victoriano Betancourt, Carlos Noroña y cerrando el candado Don Fernando Ortiz, y luego han aparecido artículos en revistas y periódicos sobre este ente social, algunos acertados, otros no tanto, y hasta jornadas académicas sobre el tema, en la Habana, coincidiendo todos, que el negro curro era andaluz. Así nos encontramos con esclavos negros, mulatos, blancos y de color loro que andaban por las calles, plazas, mercados, fuentes, puertas y lugares neurálgicos como las Gradas -donde se subastaban-, el Arenal o el Altozano, incorporando un colorido exótico a la población sevillana. No era difícil distinguirlos; primero, por su color y atuendo; luego, porque solían llevar tatuadas en las mejillas unas S y un clavo (esclavo), una flor de lis, una estrella, las aspas de San Andrés o el nombre de su amo. Al deambular por la ciudad lo hacían acompañando a sus dueños o atentos a las tareas que se les encomendaba.” Y más adelante continúa el artículo... En Sevilla, según las crónicas, los esclavos solían reunirse alrededor de Santa María la Blanca, que era un barrio frecuentado también por rufianes y gente de mal vivir, todos los cuales organizaban con frecuencia pendencias y escándalos, que hacían intervenir continuamente a la justicia. Allí los domingos y días de fiesta solían celebrar grandes bailes, con panderos, tambores y otros instrumentos de su tradición cultural autóctona. Así, en el entremés "Los mirones", anónimo y atribuido por algunos a Cervantes, se refiere un suceso que tiene lugar en la pequeña plaza de Santa María la Blanca, delante de la iglesia de ese nombre, junto a la Puerta de la Carne, "en cuya placetilla suele juntarse infinidad de negros y negras". En dicho entremés aparece un "experto en negros", por primera vez en la literatura europea, el cual argumenta el estereotipo asignado a éstos de desobedientes, locuaces, poco racionales, infantiles y apasionados por el baile, la guitarra y los tambores; como "extravagantes y graciosos en cuanto piensan y dicen". Es aquí en Sevilla donde nace el germen de lo que más tarde se conoció en la Habana, como negro curro. Unos negros que no fueron traídos a la Habana por sus dueños, ni como esclavos, en el sentido estricto de la palabra. Los negros curros se formaron en las prisiones, y una de ellas bien pudo ser la Cárcel Real de Sevilla, muy ligada al grande Miguel de Cervantes. A su extravagancia y gracia, se unió la jerga del presidio, los modos y ademanes para poder sobrevivir aquel ambiente. El negro curro, antes que todo fue un hombre de ciudad, en principio “dedicado a labores domesticas y a los talleres, que por todo lo anterior fue traído como presidiario en los tiempos de la construcción naval en la Habana, nos referimos en las primeras décadas del siglo XVIII, hasta oficializarse el Real Arsenal con sus propias cárceles y los empleaba, además de aquellas labores vinculadas a la construcción naval, también a la tala de nuestros bosques. Ya antes habían negros libres en la Habana, pero creemos que fue en los momentos de la Toma de los ingleses, donde esos prisioneros matonescos, rufianes, ladronzuelos, fanfarrones y bravateros, aprovechando la confusión o la promesa de liberarlos si combatían por la causa, escaparan refugiándose en el barrio del Manglar, al cual la Junta del Gobierno de la ciudad, mandó a prenderle fuego, pero más tarde volvieron a levantar el barrio que sirvió de refugio al negro curro, al que desarrolló todo su arte hamponesco, los vicios del juego, el control de los naipes, la bebida y las mujeres, aquel que entre los demás detalles de su indumentaria lucía los calzones de lienzo de listado o de color blanco, estrecho en la cintura y ancho como campana al estilo marinesco.  

(1) La web Alma Mater Hispalense, de la Universidad de Sevilla.

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