Autor. Ivo Basterrechea Sosa.
A los cubanos de hoy, cuando escuchamos la palabra guaricandilla enseguida nos viene a la mente, la mujer ligera, revoltosa, o como bien dice el DRAE, en su segunda acepción, la prostituta. Algunos no teníamos ni la más remota idea, que primero fue utilizada para designar al hombre afeminado. La palabra torció su significado provocando que el machismo defendiera al homosexual ¿Será para apartarla lo más que pudiera de su género? Constantino Suárez en su Vocabulario cubano, afirmaba que se le decía a una persona de la plebe, informal y revoltosa, don Fernando Ortiz, en su Catauro de cubanismos expresa que significa afeminado, aclarando que esta acepción primitiva se va perdiendo. Esto es alrededor de 1923. Y después de ahondar en su etimología, prosigue que este vocablo aplicado a varones, por no merecerlo éstos, ya que renuncian a su sexo, no se atreve a llevar una desinencia masculina en o, que sería en este caso impropia, y adopta la femenina. No se dice un guaricandillo. Y en su Glosario de afronegrismos continúa “sino un guaricandilla”, como se dice bien “un gallina”. Juan Marinello en su Guacalito de 1926, nos aporta, que en Cienfuegos hemos oido llamar a esa clase inferior “pejera” y también “gente de orilla”. Y que en Oriente: guariminica, guititía, guari-guari, camuchima. etc.
A los cubanos de hoy, cuando escuchamos la palabra guaricandilla enseguida nos viene a la mente, la mujer ligera, revoltosa, o como bien dice el DRAE, en su segunda acepción, la prostituta. Algunos no teníamos ni la más remota idea, que primero fue utilizada para designar al hombre afeminado. La palabra torció su significado provocando que el machismo defendiera al homosexual ¿Será para apartarla lo más que pudiera de su género? Constantino Suárez en su Vocabulario cubano, afirmaba que se le decía a una persona de la plebe, informal y revoltosa, don Fernando Ortiz, en su Catauro de cubanismos expresa que significa afeminado, aclarando que esta acepción primitiva se va perdiendo. Esto es alrededor de 1923. Y después de ahondar en su etimología, prosigue que este vocablo aplicado a varones, por no merecerlo éstos, ya que renuncian a su sexo, no se atreve a llevar una desinencia masculina en o, que sería en este caso impropia, y adopta la femenina. No se dice un guaricandillo. Y en su Glosario de afronegrismos continúa “sino un guaricandilla”, como se dice bien “un gallina”. Juan Marinello en su Guacalito de 1926, nos aporta, que en Cienfuegos hemos oido llamar a esa clase inferior “pejera” y también “gente de orilla”. Y que en Oriente: guariminica, guititía, guari-guari, camuchima. etc.
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