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jueves, 13 de diciembre de 2018

La palabra cocuyo.


Autor. Ivo Basterrechea Sosa.

Fotografía de Gilberto Santa Rosa.


Ya Pichardo desde 1836, nos describía el insecto que en estaciones de aguas pueblan los campos, ofreciendo tres luces fosfóricas. Se mueven en direcciones inconsistentes pareciendo estrellas volantes. La caña dulce y la lumbre los atraen, se alegran echándolos un rato en el agua, sirven de adorno, recreo y luz, conservándose en cocuyeras, que José García de Arboleya, en su Manual de la Isla de Cuba, pág. 172, después de decir lo mismo que Pichardo, argumentaba que la luz era suficiente para leer una carta, y esto los hace un recurso precioso para los amantes. Las damas suelen llevarle en su pañuelo de mano y aun al pecho. Eso me hizo recordar que siendo niño viví algún tiempo cerca de una marina, en un bohío rodeado de mangles y cañaverales, por supuesto sin ningún tipo de electricidad, y veía a mi padre agujereando güiras para hacer cocuyeras y llenarlas de cocuyos, que iluminaban la noche con una luz azulada de gran intensidad. ¡Era hermoso! Luego viviendo en el pueblo, debajo de las luces fluorescentes que atraían cantidad de insectos, jugábamos al salto del cocuyo, pidiendo un deseo si mal no recuerdo. Las cocuyeras fueron muy utilizadas por los esclavos, los guajiros y los mambises. Con el devenir del tiempo la palabra cocuyera se reconoce como un tipo de lámpara que por sus caireles reflejan la luz.

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