Autor. Ivo Basterrechea Sosa.
El Duque Hernández. (Foto Diario de las Américas).
Ya
cualquier pelotero cubano tendrá la posibilidad de convertirse en el futuro
inmediato, en un Yanquirule. Y nunca
más tendrá que gritar por las calles de su pueblo Cuba sí, Yankees no, como muchos nos vimos obligados de diversas
formas a hacerlo. Y podrá recorrerlas convertido en multimillonario haciendo la
diferencia entre la gran mayoría empobrecida del proletariado que ni un pedazo de pan tiene para llevarse a la boca
en estas navidades del 2018. Ojalá esa abismal diferencia entre ricos y pobres
abra los ojos a aquellos que aún sueñan, con el apriétense el cinturón, que mañana será mejor. Estos hombres nuevos, los Yanquirules, tampoco arriesgarán sus vidas para salir como
balseros, en un tráfico humano que a la larga traía nefastas consecuencias para
los involucrados. Adiós a las matemáticas ni a querer ser doctor, ahora quiero que mi hijo estudie para
pelotero, será el sueño de las madres cubanas, al igual que la de los Mesa
y Gurriel, (sueños ya realizados) las del hoy y del mañana, ver a su hijo
convertido en un Yanquirule, en un
mulo del Manhattan, como lo fue una pléyade de cubanos, diecisiete en total,
encabezada por ese grande, Duke Hernández y continuada por Albertin Aroldis
Chapman.
Yanquirule*.
Despectivo de yanqui, natural de los Estados Unidos. Procede del himno
patriótico, popular entre los norteños cuando su guerra civil contra los
Estados confederados del Sur, que se titula Yankee rule. Fernando Ortiz, según
su Catauro de cubanismos. Año 1923.
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