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jueves, 9 de agosto de 2018

¿Es la tea una palabra indígena?




Autor. Ivo Basterrechea Sosa.

Nos referimos a la raja de leña resinosa, utilizada por los mambises cubanos como antorcha para quemar los ingenios, cañaverales y demás propiedades de los simpatizantes de España, llamándole a la acción la Tea incendiaria, y quedara en el vulgo como sentido metafórico para demostrar que estás en la miseria o sin dinero, según Don Fernando Ortiz, en Un catauro de cubanismos. pág. 183 y 184 ¿Es una palabra indígena? Claro que no. En el Fuerte de Navidad, Colón dejó a un calafate o carpintero de ribera, dedicado a calafatear las embarcaciones o sea, a sellar con estopa, resina o chapapote las juntas de las tablas de una embarcación para evitar la entrada de agua. Un hombre experto en maderas, resinas, sabedor de hacer antorcha (tea). La palabra tea proviene del latín taeda, que acompañando a otra palabra también latina, pinus, es una especie de árbol muy conocido en América, nos referimos a la pinotea, que aún el Diccionario de la Real Academia, la mantiene separada y nos aclara, que es una madera muy resinosa. Todo esto debió saberlo el calafate, sin imaginar que tiempos después, utilizaran sus conocimientos para quemar el Fuerte que los protegía y en un futuro algo lejano, las propiedades de sus reyes. No hay peor astilla que la del propio palo.

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Batea


Autor. Ivo Basterrechea Sosa.
Autor. Ivo Basterrechea Sosa.
Si nos dejamos guiar por la nota de Fernando Ortiz, en su Catauro de cubanismos, donde nos aclara que es una artesa hecha de duelas, de forma circular, que se emplea para lavar la ropa, y para bañarse, entre los campesinos o guajiros, y que fue voz marinera, nos obliga a pensar en los cubos o baldes utilizados por los marinos para baldear las cubiertas de los navíos en la antigüedad y eran como barriles o toneles cortados a un tercio o cuarto de su tamaño. Pero, ¿se llamaban bateas antes del descubrimiento? Creemos que no. Cuando el sabio habanero apela a la etimología nos hace la siguiente reflexión: La acepción 3a de la Academia es distinta. La Academia antes creía que era arábiga la palabra, ahora cree que viene del latín (patella); Zayas que de las Antillas; Coll y Tosté se remonta al sánscrito váida, al través del árabe oatiya. Sin tantas pretensiones, es también voz portuguesa, como magua y alguna otra, que se disputan por caribes y son lusitanas. De modo que si se usó en Portugal, como en Castilla, cuando el descubrimiento, ¿podemos pensar que sea, realmente, antillana? Si por antillana entendemos que la palabra se creó en las Antillas, sí, pero no es indígena. Recordemos que en el Fuerte de Navidad, había un tonelero, que bien pudo crear la  batea más ancha que los cubos y los baldes marineros y menos elevada, para depositar la masa del maíz y la de la yuca y luego hasta para sacar el oro en los ríos, pero cuando analizamos en el artículo de la palabra tea, proveniente del latín taeda, que acompañando a otra palabra también latina, pinus, es una especie de árbol muy conocido en América, nos referimos a la pinotea, no me cupo la menor duda, que ba(tea) es una palabra castellana y muy probablemente mencionada por primera vez en algún lugar de La Española. Era con esta madera con la que se elaboraba la primitiva ba(tea) que sirvió primero para depositar la masa del maíz para las tortillas y la de la yuca para el cazabe. Y más tarde elaborada de una sola pieza con distintas formas de cualquier tabla o pedazo de madera, sea de pino, caoba, cedro u otro árbol maderable.

Hamaca


Autor. Ivo Basterrechea Sosa.
¿Qué decir de las hamacas? ¿Sabían nuestros nativos tejer o hacer nudos? En algunos pasajes del Diario, Colón menciona las redes de pescar que sus hombres lanzaban a la mar. No es más lógico pensar que aquellas redes, en algún momento las utilizaron los castellanos, colgadas de dos árboles para dormir en ellas y evitar los suelos húmedos, que reafirma Oviedo. Solo dos cosas para no recurrir a la disertación del cronista, el trancahilos y la humedad del piso. Todos, los treinta y nueve hombres que quedaron en el Fuerte de Navidad, en la isla La Española, eran hombres de mar, los que sí sabían tejer y hacer nudos y quizás enseñaron dichas artes a nuestros nativos.
¿Cuántas veces el Almirante, reiteró en su Diario, en la etapa que llamamos naturales a nuestros aborígenes, que andaban como las madres los trajo al mundo, muchos cargados de algodón, y más adelante, mencionaba las pampanillas que algunas indias usaban para cubrir sus naturas? ¿Sabían los naturales, tejer el algodón? Creemos que no. También entre aquellos 39 hombres, había un sastre. ¿Qué no pudo hacer un sastre con la inmensa cantidad de algodón que ellos tenían? ¿Y qué algunos indígenas lo enredaran en forma de rueca como se hacía en Castilla? ¿No sería esto uno de los tantos anacronismos? ¿No podía el sastre enseñarles primero a hilarlo? ¿No podía el sastre y los demás hombres de mar, enseñarles a hacer las cuerdas o cabuyas? ¿No podía el sastre adiestrarles en el trenzado de esas cuerdas? ¿No podrían ser esos marinos los que los enseñaran a hacer todo tipo de nudos para crear la malla de las redes que luego convirtieron en hamaca. ¿No sería más creíble que fuera el sastre quien atara al tronco de un árbol el trancahilos (que menciona Oviedo) con hilos, cuerdas o cabuyas, y con una regleta, creara los primeros artefactos tejedores en aquellas tierras recién descubiertas? ¿No es mejor creer que fue ese sastre quien enseñara a los nativos a tejer los llamados petates a partir de las fibras o yarey de las palmas? Cada vez que Colón se refería a los alfaneques o bajareques de las casas de los indios, aseguraba que estaban limpias y vacías. Ni dormir ni sentarse sobre algo, era costumbres de los aborígenes, por lo menos antes del Fuerte de la Navidad. La humedad del clima le hacía mucho daño a los treinta y nueve peninsulares, y ellos para evitar enfermarse, quizás entre dos troncos de árboles levantaron los pedazos de lonas de las velas de la encallada nao Santa María y quien no duda de que alguno de ellos lo hiciera con tramos de redes, sintiendo más fresco el ambiente a través de la malla, pero ellos necesitaban las redes para pescar y quizás ordenaron al sastre hacerlas de algodón, y éste enseñara a tejer a un grupo de indios. En cuanto a la etimología Don Fernamdo Ortiz, en su Catauro de cubanismos, pág. 136, comienza escribiendo: Hamaca.—El Diccionario de la Academia dice que esta voz proviene del holandés hangmat, cama suspendida. Oviedo dice terminantemente que los indios de la Española llamaban hamaca a sus camas... Y en el último párrafo agrega que la etimología holandesa es aventurada. No creemos que en los tiempos de Oviedo, pudiera éste conocer las voces holandesas, si es que entonces ya tenían tal aplicación y se conocía el objeto; lo cual no parece deducirse de la satisfacción con que Oviedo describe las hamacas y las recomienda a los ejércitos europeos. Los demás historiadores de Indias siguen, a Oviedo. Nosotros tampoco la compartimos, pero cuando visitamos a Pichardo, éste introduce una controversia con el vocablo hamo por jamo, donde nos dice Hamo.—N. s.m.—Voz mui usada aquí con J, Jamo, y que seguramente viene de la latina Hamus. Especie de red en forma de manga ó colador que remata en punta y la boca es un aro grande para pescar. Rodríguez Herrera, en una de las fichas del DRAE nos aclara, que en Cuba se usa el jamo para pescar jaibas en las orillas de los ríos o del mar. Creemos que jamo es una corrupción generalizada de hamo, pero de una forma u otra, tienen que ver con la red de pescar y con este vocablo de hamo del latino hamus, también pudiera por deformación surgir la palabra hamaca. Es toda una suposición.