Autor. Ivo Basterrechea Sosa.
Tal
parecía que entre los vecinos y mi familia del barrio, competían para ver quien
hacía el chicharrón de viento más
grande. Y sí, los hacían grande, en un caldero lo movían constantemente con una
paleta de buena madera dura, pero todos se quedaron chiquito, cuando en México,
específicamente en Acapulco, vi a los chicharroneros hacer chicharrones de
viento, aunque no lo llamen así, tampoco sin enroscar en caracol, como los de
mi pueblo, sino estirados como una sábana lisa y vaya que son grandes, más o
menos como un pañal de los que usan los niños. Además lo hacen meneándolo sin
parar con dos palos. Todo indica que la palabra es castellana ciento por
ciento. Que en Cuba, además de ser el residuo de las pellas del
cerdo, después de derretida la manteca, era el nombre de un sinnúmero de
árboles maderables, que ni vale la pena mencionar. También significa adulón y
delator. Fernando Ortiz en su Catauro de cubanismo nos cuenta una curiosa
historia sobre el chicharronero de los años veinte del siglo pasado. Hoy día no existen en Cuba puestos
exclusivos de chicharrones. Los chinos con sus puestos de frutas y freidurías
de pescado, bollos, etc., han abolido al chicharronero. Aún hoy, empero, se
pregonan chicharrones, por vendedores ambulantes, junto con bollitos, tamales
con pica y sin pica. En España la venta de chicharrones fue común en los siglos
XVI y XVII. Hasta se imprimió un entremés anónimo llamado Los chicharrones
(cita de Cotarelo), en el cual, atendiendo a que los moros no comen carne de
cerdo, se dice graciosamente:
"Chicharrones
vendo, niñas,
manjar de
cristianos viejos,
que sólo la
gente limpia
es la que come
los puercos."
Y
en México, a parte de comerlo crujiente, también lo comen en salsa roja
elaborada con jitomate y chile serrano, en salsa verde con tomate verde y el
mismo tipo de chile. Y aquí nomás mis
chicharrones truenan. Aquí mando yo (locución que expresa como fanfarronada
quien comete abusos), según Guido Gómez de Silva, en su Diccionario de
mexicanismos.
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