Autor. Ivo Basterrechea Sosa.
La palabra carajo.
A estas alturas de mi vida para mí no
existen malas palabras, o palabras obscenas, o vulgares ni siquiera
malsonantes, pero no es así para todo el mundo. Ahora la mayoría de los
cubanos, utiliza la palabreja carajo sin ton ni son, como si bebieran un vaso
de agua y no sólo en el habla coloquial sino en cualquier medio de
comunicación, aludiendo que es la canasta de la vela mayor del barco donde se
siente con más intensidad el movimiento o balaceo de las olas, y donde
acostumbraban mandar al marinero portado mal o sancionado (1). ¡Vete al carajo! o, ¡Vete a casa del
carajo! Quienes esgrimen esta teoría desconocen el origen del vocablo, que nos
viene del Indostán Kar’h y el caló jar que significa orinar. Es el miembro
viril (2). Si
seguimos con la marinería, también nos aportó la palabra verga, con idéntico significado, que además es la percha donde se
asegura una de las velas, y su aparente derivación el vergajo conocido como el pene del toro que después de cortado, seco
y retorcido fue utilizado como látigo por la guardia rural. Todavía por los
años veinte la palabra carajo era muy vulgar, esta especie de interjección
castellana (que, dicho sea de paso, ignoramos porqué no figura en el DRAE,
puesto que en él hay otras por el estilo), sin significado propio, en Cuba lo
tiene y en muy mal sentido, porque aceptándolo muchos por sinónimo de “pene”,
el intercalarla en una conversación, constituye una de las ofensas mayores para
el que escucha (3).
Ya la palabreja es aceptada por la Academia desde hace tiempo, donde aparecen
los eufemismos carijo, caray, surgidos para no mencionar a la
otra, utilizados fundamentalmente por la gente del campo. Otro eufemismo
idéntico a los anteriores, es la palabra caramba
en la que Fernando Ortiz agrega, hemos
sostenido que las voces eufemistas, como las apocorísticas, suelen tener
sentidos olvidados, pero con una diferencia. Las primeras tuvieron un sentido
decoroso, sano, recto, mientras las segundas fueron maldicientes, despectivas,
irónicas. El propósito de su creación fue distinto; en unas se quiso embozar una
significación malsonante;
en otras, al contrario, dar una impresión de desprecio para acentuar más, por
ironía, el aprecio que la persona merece (4).
En algunas partes del oriente de Cuba, para no mencionar carajo se apoca aún
más el vocablo, y se dice cará. ¡Ay,
cará!
(1) Wikipedia.
(2)
El delincuente español. Vocabulario de Caló jergal. Autor Rafael Salillas.
Madrid 1896.
(3) Vocabulario cubano. Autor Constantino
Suárez. Habana 1921.
(4) Glosario de Afronegrismos. Autor
Fernando Ortiz. Habana 1924.
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