Ayer vi un debate televisivo entre el conductor Edmundo García (De la Gran escena, de la Tv cubana, 8 de noviembre de 1985),
exiliado en Miami, hoy repatriado en Cuba, y José Daniel Ferrer, disidente de
Santiago de Cuba y líder de la UNPACU. Cuando José Daniel le dijo que el Asalto
al Palacio Presidencial era terrorismo, Edmundo ripostó que Fidel Castro,
repudió ese hecho desde la Sierra Maestra. Había algo de verdad en las palabras
de Edmundo. Jamás Fidel perdonó esa acción, porque nadie podía ser más terrorista
que él y su M-26-7. Sólo Faure Chomón fue el único líder aceptado, siempre con
recelo, en el proceso revolucionario. El Directorio Revolucionario Estudiantil (DRE)
desapareció prácticamente de la historia. Observen en las fotos las huellas de
balas, mostradas como trofeos en ambos ataques. Hoy son símbolo del terror que
no podrán ocultar. No voy a escribir la historia del M-26-7, que siempre nos
contaron, intentaré hacerlo en tan breve espacio desde otro punto de vista.
Jóvenes también eran los soldados del Cuartel Moncada, sorprendidos y
atacados por ese grupo terrorista, que amparado en la oscuridad de la madrugada
comenzó la masacre, enlutando a sus familias, porque tenían padres, madres y
tal vez hijos. Casi todos los cubanos, recuerdan a los terroristas Abel
Santamaría, José Luis Tassende, etc, etc, etc, a través de los nombres de las
escuelas e instituciones, pero casi nadie conoció el de ningún joven soldado
muerto en la acción por aquella piara terrorista, auto titulada “generación del
centenario” que enlodó la imagen de José Martí. Del “Centenario” fueron
aquellos jóvenes soldados agredidos que defendieron con heroísmo el nombre del
mambí Guillermón Moncada. Y parafraseando un eslogan castrista... “Qué muestren
una sola prueba de los torturados”
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