Como esas fotos de lo negro del
capitalismo, recuerdo las bodegas y les estoy hablando que así mismo de
surtidas las recibió esa porquería llamada Revolución y las mantuvo en los
primeros años de la década de 1960. A parte de las pirámides de laterías, había
que ver los cajones repletos de víveres, la habilidad de los bodegueros sacando
cuentas y el lápiz en la oreja, también en las envolturas de los cartuchos de
papel de estraza. En los días de Noche buena y Navidad, las cajas de turrones
de todos los tipos, las botellas de cidra, los vinos, las avellanas, nueces,
uvas, las jaleas, etc. Ibas a las tiendas de ropa y las cajas con las bolas y
sus cúpulas de cristal de los arbolitos. Qué decir del olor de las boticas,
todo en perfecto orden, y el olor que despedían las panaderías si pasabas de
madrugada frente a una de ellas. Y llegó el desgraciado comandante, con su
criminal Ley 1076 y condenó a un pueblo a la miseria, al hambre, a la falta de
ropa, a las libretas de abastecimiento, a ver los locales de las bodegas
vacíos, asquerosos, los mostradores mugrosos, los refrescos y helados de las
famosas cremerías llenos de moscas, y los fregaderos atestados de vasos de
vidrios sin fregar por falta de detergente y cómo los enjuagaban delante de ti,
sin ni siquiera cambiar el agua apestosa y que no se te ocurriera pedir un vaso
con el preciado líquido, aquellas croquetas o fritas sin pan, al plato de
aluminio. Y todavía piden más tiempo para construir el socialismo y mientras,
engañando al pueblo con la ley Helms Burton, que en ese tiempo ni existía. No
puede ser. ¡Santo cielo!
No hay comentarios.:
Publicar un comentario