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jueves, 28 de mayo de 2020

El tiempo le dio la razón al “macartismo” de Joseph Raymond.

Si al senador por Wisconsin McCarthy no se le hubiera ocurrido la idea de depurar a los Estados Unidos del comunismo, la historia sería otra, y no como aún en el año 2000 lo expresara la historiadora Ellen Schrecker, “...en este país el macartismo hizo más daño a la Constitución que lo que jamás haya hecho el Partido Comunista Estadounidense” (1). Sí, el Partido Comunista Estadounidense hizo menos daños, porque nunca tomó el poder, sino las consecuencias hubieran sido catastróficas para la Constitución y la destrucción de este país, como lo fueron los setenta años de terror, miseria, muerte y persecución implantados por la misma Unión Soviética y la China comunista. En los Estados Unidos llegó a plantearse la idea de campos de concentración, cosa que no se llegó hacer, como sí lo hicieron, los soviéticos y todo el campo socialista, incluida Cuba, que acusó, hostigó y persiguió a los homosexuales, intelectuales y a varias generaciones de jóvenes por divisionismo ideológico, encarcelándolos en los campos de concentración, al estilo nazi, cambiándole sólo los nombres por Gulag y UMAP. El episodio estadounidense del macartismo duró seis años, entre 1950 y 1956 en el contexto de la Guerra Fría, en los momentos que la URSS experimentaba la bomba atómica en 1949, y Mao Tse Tung se convertía en el primer presidente de la China comunista. Y no eran pocos los comunistas infiltrados en todas las esferas de la vida política y social, cuando se destapó la cloaca. Y como siempre la propaganda izquierdista mundial tergiversando los hechos, victimizándose como bien lo saben hacer, volteando la tortilla al dispersar al mundo sus efectivas frases convertidas en consignas “cacería de brujas”, “chivatos” por delatar a los “pobrecitos” e “infelices comunistas”, solapados y agazapados como espías en la alta cúpula del gobierno. ¡Qué ironía!, pero cuán acertado estuvo el visionario “macartismo”. Hoy la Constitución y la democracia de esta gran Nación, le deben en gran medida al senador Joseph Raymond McCarthy.

Bibliografía.
1.- Schrecker, Ellen. «Comments on John Earl Haynes', "The Cold War Debate Continues", 2000».

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