Así que la pobreza no solo la sufría doña Leonor Pérez, la madre de nuestro Apóstol, peor la sufrían los campesinos reconcentrados en los pueblos y en las ciudades de las provincias occidentales. Y es que ha sido una política infame culpar solo de la desastrosa situación al general español Valeriano Weyler, amigo de armas del general Máximo Gómez desde mucho antes, cuando ambos siendo capitanes del ejército español comandaban las columnas militares en contra de los rebeldes dominicanos, durante la Guerra de la Restauración de 1863. (1)
Hay que tener en cuenta que la reconcentración de pobladores era parte de una estrategia militar que el Conde de Valmaseda había llevado a cabo durante la guerra de los Diez Años, y no tuvo la misma repercusión que la del 95, sencillamente porque en aquel entonces no coincidió con la devastadora “tea incendiaria”, que solo en un día provocaba cientos de incendios a las plantaciones cañeras y a los ingenios azucareros acabando con la quinta y los mangos, y arrasando hasta la última bodega de un “catalán”. (2)
Además, pesa a favor de Weyler que esa torcida campaña propagandística en su contra, carece de fundamento porque la inmensa mayoría del campesinado en la zona occidental era de origen canario (el genuino guajiro cubano), traída a la Isla a finales del siglo XVIII, y el general español no iba a arremeter en contra de sus conciudadanos, como sí lo hacían los negros con odio y sed de venganza arremetiendo contra todo lo que oliera a España, que a la postre eran los verdaderos mambises, recién liberados de la esclavitud en real decreto allá por el año 1886, los que sin ningún recato enguasimaban a “laborantes” y “pacíficos” atrevidos asistir a los cortes de caña u operar las maquinarias de cualquier ingenio que trabajara para los españoles, por orden del generalísimo Máximo Gómez, “quien solo sabe de negradas a las que ha enseñado a no huir del enemigo a plan de machete”. (3)
Circular. Cuartel General del Ejercito Libertador. - Jurisdicción de Sancti-Spíritus. - noviembre 6 de 1895.- Animado del mismo espíritu de inquebrantable resolución, en defensa de los fueros de la Revolución redentora de este Pueblo de Colonos, vejado y despreciado por España y en armonía con lo dispuesto sobre la materia en Circular de 1º de julio he venido en disponer lo siguiente:
1º.- Serán totalmente destruidos los ingenios, incendiadas sus casas y dependencias de Batey y destruidas sus vías férreas.
2º.- Será considerado traidor a la Patria, el obrero que preste la fuerza de su brazo, a esas fabricas de azúcar, fuentes de recursos que debemos segar al enemigo,
3º.- Todo el que fuere cogido in fraganti o resultase probada su infracción artículo 2º será pasado por las armas. (Los mambises “enguasimaban” ahorcándolos para no gastar balas).
Cúmplase por todos los Jefes de Operaciones del Ejército Libertador, dispuesto a enarbolar triunfante AUN SOBRE ESCOMBROS Y CENIZAS, LA BANDERA DE LA REPÚBLICA DE CUBA. Y así mismo se cumplió. (4)
Continuará…/
Referencias:
1. Compendio de la historia de Santo Domingo, José Gabriel García. Tomo III. Tercera edición. Pág. 482.
2. Mi mando en Cuba. Valeriano Weyler. Tomo Primero. Madrid. 1910. Págs. 9 – 15.
3. Máximo Gómez. Ramón Infiesta. Obra premiada por la Academia de la Historia de Cuba. Año 1937. Pág. 68
4. Mi diario de la guerra desde Baire hasta la intervención americana. Bernabé Boza. General jefe del Estado Mayor del General Máximo Gómez. Habana. 1900. Pág. 43.
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