El itinerario que siguió Martí para ir a la muerte no descubre la más leve señal que haga presagiar lo siniestro del destino a las miradas del observador más perspicaz; es, por lo contrario, ameno, pintoresco y aun bullicioso dentro de aquel panorama de la naturaleza, cuya esplendidez y cuyas galas no dejaban entrever el fondo del otro panorama donde la muerte estaba vigilante sobre las mismas riberas del río engañador.
Siguiendo el cuadro de marchas que se habían trazado, Gómez, Martí, Borrero, Miró, y una escolta de cincuenta hombres veteranos que les dio Antonio Maceo, al despedirse de ellos en el ingenio La Mejorana, acamparon el 15 en un pequeño sitio de labor, nombrado la Bija, próximo a la confluencia del Cauto y el Contramaestre, con objeto de esperar allí al general Masó que se hallaba en la jurisdicción de Santiago de Cuba, pero caminando hacia el lugar antes expresado, o sea la zona de Jaguaní, en el límite de las tres comarcas, Jiguaní, Santiago de Cuba y Holguín. En el campamento de la Bija permanecieron hasta el 19, fecha de la catástrofe; pero con anterioridad (el 18), al tener noticia confidencial de que una columna española se dirigía de Palma Soriano a Jiguaní para abastecer los destacamentos de la línea, el general Gómez se propuso hostilizarla en el lugar conocido por Venta de Casanovas, que se encuentra en el camino real de la Isla, entre Remanganaguas y Baire, a cinco leguas próximamente de Dos Ríos; y con el intento mencionado salió Gómez del campamento de la Bija. Algunas horas después de la salida de Gómez, llegó el general Masó, ya de noche; y como es de suponer, él y Martí departieron alborozados después de los mutuos parabienes. El general Masó traía bastante tropa, unos 350 hombres, y como el paraje no era espacioso ni tenía pasto, acordaron levantar el campamento en las primeras horas de la mañana. Así lo hicieron al quebrar la aurora; vadearon el Contramaestre, que estaba crecido, dejaron un retén en una de sus márgenes y eligieron para nuevo campamento la finca llamada las Vueltas, dehesa limpia y dilatada.
Continuará…/
Fuente.
1.- Cuba crónicas de la guerra. José Miró. Tomo I. Segunda Edición. La Habana 1942. Págs. 24 y 25
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