Chacón se asustó al verse apresado por la vanguardia de la columna, y conducido ante el jefe, en vez de tragarse la lengua, cantó de plano. Reveló que iba a comprar unos efectos para Gómez y Martí, que se hallaban acampados en la Bija, esperando al general Masó; exhibió el papel o nota de los encargos, otro papel de Gómez dirigido al cantinero de la Venta de Casanovas, y entregó el dinero que le había dado el general Gómez para la compra de los artículos. Por eso la columna española se hallaba en las cercanías de la casa de Pacheco, con la vanguardia apostada en la boca del callejón, y el núcleo de la fuerza en línea de combate, junto al monte, de frente a la casa de Pacheco la infantería, y la caballería detrás de los corrales de la misma finca. Amador Guerra con la gente de Yara y Manzanillo, acuchilló el primer retén de los españoles, el que hizo fuego desde el callejón del monte y siguieron todos al aire de carga hasta dar vista al cuadro más sólido de la columna, que a su vez, al divisar a los insurrectos, rompió el fuego por descargas contra los grupos delanteros, enfilando los proyectiles por el callejón y una tumba de monte, más próxima al lugar del debate. Gómez hizo fuego personalmente con la carabina de su uso, apuntó también Borrero que era un tirador excepcional, apuntaron algunos más sobre el bosque y sobre los corrales de la casa de Pacheco; pero no era posible desbaratar el formidable obstáculo de una infantería bien situada, con dos frentes ofensivos y al amparo del bosque, que le permitía sostener la retirada hasta el paso del río, en el supuesto de que, batida por los fuegos del adversario, hubiese dejado el campo y tomado la dirección opuesta al emprender la retirada. De la manera que estaba planteado el debate era imposible que los insurrectos obtuviesen la victoria; los españoles se hallaban amparados por el bosque, y no tenían el río a sus espaldas; y los insurrectos, en menor número, a caballo todos, tenían el Contramaestre y el Cauto como vías de retroceso; si la columna hubiese embestido con vigor, todas las ventajas estaban, pues, por los españoles, y las suertes, echadas por el destino fatal, iban en breve a consumar la catástrofe. Continuará…/
Fuente.
1.- Cuba crónicas de la guerra. José Miró. Tomo I. Segunda Edición. La Habana 1942. Págs. 28 y 29
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