Por poco Gómez logra quitarse de encima al alférez Ramón Garriga porque años más tarde, éste cuenta que, “lo hicieron prisionero, y le pusieron un vigilante a su lado, y cuando llegó la noche, consiguió huir. En el primer bohío en que pudo refugiarse, le dieron la terrible noticia: Martí había muerto y lo habían enterrado aquella mañana en la misma fosa en que también sepultaron a un sargento español muerto en la acción” (1). “A las 5 de la tarde, Garriga envía noticias esperanzadas de que Martí va herido y bien atendido. El jefe enemigo, coronel Sandoval, dejaba un papel escrito en manos de la señora Modesta que da a entender que como H.:, de Martí está bien atendido. (Sandoval mas tarde lo desmiente). El día 21 a las 8 de la mañana, avisos contradictorios de Garriga que no ha podido entrar en Remanganagua, punto a donde entró la columna, pues han estado haciendo fuego–– que Martí es muerto y que separada la cabeza, la reservan (esto nunca ocurrió), y el cuerpo enterrado en el cementerio de aquel poblado. Además, anuncia que se dice por allá que yo quedé mal herido (la versión española dice, “sonó un disparo y se vio al generalísimo Gómez herido en el cuello, caer del caballo que montaba”, y Gómez lo ratifica en la entrevista al New York Herald, en esta versión lo omite), que saldrán mil hombres a atacarnos. Todo eso dice. Se le contesta, que si no le es posible entrar se retire. Avisan de que la columna enemiga se dirige hacia Yaya, tres leguas de este punto––Las Vueltas. Sale un piquete de caballería al mando del comandante Amador Liens, al encuentro del enemigo, mientras dispongo la marcha del general Masó con su caballería estropeada hacia Bayamo. Dos horas después aviso de que otro enemigo se dirige aquí por distinto punto, mientras mando reconocimientos desfila la caballería y yo me retiro a Sabanilla” (2).
Cuatro días demoró Garriga en encontrar a Gómez, los suficientes para que éste reflejara en su Diario: “día 22, acampado, sin novedad y en espera de Garriga, me llega aviso de que se ha encontrado tímido y no se ha atrevido a entrar en Remanganagua, y anda por ahí perdido o extraviado. El día 23, se incorpora este oficial sin haber cumplido su misión, y contando cosas insustanciales” (3). Suficiente para si un día hablara del Diario, nadie le creyera. Uno de los dos mintió. En otro momento, el coronel Ramón Garriga comentaría que, “el generalísimo estaba de un humor de mil diablos, frecuente por otra parte en él. Me trató ásperamente. Y me dijo que no era verdad lo que me habían dicho, pues por un periódico de Holguín sabía que a Martí lo habían enterrado en Santiago de Cuba, no en Remanganaguas. Y que cuando Gómez supo la verdad, “rectificó (lo dudo), y pasando por mi lado, ordenó a un soldado, que me diera un huevo y un pedazo de casabe. En aquel tiempo, tal obsequio constituía un desagravio, una recompensa y casi una gloria...” (4).
Máximo Gómez no era hombre fácil de rectificar algo, las indisciplinas, las cobardías, las cobraba porque “era muy celoso de la disciplina, virtud militar ésta que, aunque él mismo no siempre practicaba, no se le habría podido regatear la facultad de exigirla en los demás si, poco ponderado de carácter, propenso a la irascibilidad, como era, no hubiese interpretado con frecuencia a su capricho los deberes de la subordinación y, juzgando sin ecuanimidad las contravenciones a la misma, impuesto castigos y correcciones arbitrarios, tales como dar de planazos y meter en el cepo a oficiales y soldados sin discriminación, procedimientos que eran atentatorios a la dignidad de los primeros y en general de todo el ejército” (5). Por menos que eso, “tan respetado es, que Máximo Gómez no tolera a nadie que hable mal de él, y si alguno de sus subordinados reincide en ello lo arroja de su campo” (6). No quiero imaginarme el verdadero “desagravio” que recibió Garriga como recompensa por su comportamiento, “tímido que no se ha atrevido a entrar en Remanganagua, y anda por ahí perdido o extraviado sin haber cumplido su misión”. Continuará…/
Fuente.
1 y 4.- Revista Carteles No. 43, 23 de octubre de 1953.
2 y 3.- Diario de campaña del Mayor General Máximo Gómez. La Habana. Ceiba del Agua. 1940. Págs. 336 – 337.
5.- Mis primeros treinta años. General Manuel Piedra Martel (coronel del Ejército Libertador) Ayudante de Campo de Antonio Maceo. La Habana. 1943. Pág. 148.
6.-La verdad de la guerra. Revelaciones de un periodista yanqui. Traducción al ingles. Madrid. 1898. Pág. 19.
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