A los siete días del desembarco, observemos como Martí, primero con cierto escepticismo relata en el Diario su ascenso militar “al caer la tarde, en fila la gente, sale a la cañada el General (Gómez), con Paquito, Guerra y Ruanes. ¿Nos permite a los tres solos? Me resigno mohíno (triste, melancólico, disgustado) ¿Será algún peligro? Sube Ángel Guerra, llamándome, y al Capitán Cardoso. Y después con gran regocijo y candidez relata como, “Gómez al pie del monte, en la vereda sombreada de plátanos, con la cañada abajo, me dice, bello y enternecido, que aparte de reconocer en mí al Delegado, el Ejército Libertador, por él su Jefe, electo en consejo de jefes, me nombra Mayor General. Lo abrazo. Me abrazan todos”. Ahora observemos como Gómez lo reflejaría en su Diario, el día 18 de abril en forma lacónica sin ningún color, “grado a Martí de Mayor General”. Uno de los más altos grados del Ejército Libertador, sin nunca haber disparado un tiro, una forma de pasarlo a militar y para de hecho, subordinarlo. El día veintiuno de abril volvía Gómez a destacar su comportamiento, “Martí al que suponíamos más débil por lo poco acostumbrado a las fatigas de estas marchas, sigue fuerte y sin miedo. ¿Qué sostenía aquella fortaleza de un hombre enfermo?, “de mediana estatura, y delgado. La estructura de su cuerpo, su estrecho tórax y cierta visible flacidez denotaban una naturaleza poco robusta, cuyo desarrollo no había sido estimulado por ejercicios corporales; en cambio, su fisonomía acusaba al hombre de extraordinaria mentalidad” (1). No dormía prácticamente, y así lo escribiría en su Diario, “la noche bella no deja dormir”, y describe la noche. A las dos de la mañana, viene Ramón Rodríguez, el práctico con Ángel, traen hachos y café. Salimos a las cinco, por loma áspera. Así eran sus noches, una vez amaneciendo con el corresponsal del New York Herald, George Eugene Bryson, hasta las 3 de la mañana, y al otro día, trabajaba el día entero en el manifiesto al Herald, y más para Bryson. A la 1 busca su hamaca ve a muchos por el suelo, y cree que se han olvidado de colgarla. Hace almohada de su sombrero, se tiende en un banco, el frío lo echa a la cocina encendida, le dan la hamaca vacía, un soldado le echa encima un mantón viejo: a las 4, diana. Y en las demás, escribía cartas casi prácticamente hasta el toque de corneta. De tarde y noche escribo, a New York, a Antonio Maceo que está cerca e ignora nuestra llegada; y la carta de Manuel Fuentes al World, que acabé con lápiz sobre la mano, al alba. Se va Bryson. Continuará…/
Fuente.
1.- Mis primeros treinta años. General Manuel Piedra Martel (coronel del Ejército Libertador) Ayudante de Campo de Antonio Maceo. La Habana. 1943. Pág. 156.
2.- Diario de Campaña de José Martí.
3.- Diario de Campaña del Mayor General Máximo Gómez. La Habana. 1940
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