Otro juicio sumarísimo, otro fusilamiento. El consejo de guerra de Masabó. Violó y robó. Rafael preside, y Mariano acusa. Masabó sombrío, niega: rostro brutal. Su defensor invoca nuestra llegada, y pide merced. A muerte. Cuando leían la sentencia, al fondo, del gentío, un hombre pela una caña. Gómez arenga, ––"Este hombre no es nuestro compañero: es un vil gusano". Masabó, que no se ha sentado, alza con odio los ojos hacia él. Las fuerzas, en gran silencio, oyen y aplauden: “¡Qué viva!" Y mientras ordenan la marcha, en pie queda Masabó, sin que se le caigan los ojos, ni en la caja del cuerpo se vea miedo: los pantalones, anchos y ligeros, le vuelan sin cesar, como a un viento rápido. Al fin van, la caballería, el reo, la fuerza entera, a un bajo cercano; al sol. Grave momento, el de la fuerza callada, apiñada. Suenan los tiros, y otro más, y otro de remate. Masabó ha muerto valiente. ¿Cómo me pongo coronel? ¿De frente o de espalda? "De frente". En la pelea era bravo. Y llega la discusión en La Mejorana. Maceo y Gómez hablan bajo, cerca de mí: me llaman a poco, allí en el portal: que Maceo tiene otro pensamiento de gobierno… Nos vamos a un cuarto a hablar. No puedo desenredarle a Maceo la conversación: "¿pero usted se queda conmigo o se va con Gómez?". “Y me habla, cortándome las palabras… Y en tono herido— "lo quiero —me dice— menos de lo que lo quería. ¡Y vaya que lo quería! Un día saldría en defensa de Martí en carta enviada al señor Enrique Trujillo, desde San José, Costa Rica, el 22 de agosto de 1894 ...” Que el señor Martí no quisiera ayudarnos en el 87, no es para que yo deje de servir a mi patria ahora, (…) La guerra que usted hace al señor Martí es un crimen de lesa patria; la revolución que se agita sufre las consecuencias con la incertidumbre que se apodera de la gente floja. ¿Cómo tacha usted al señor Martí, porque consuma ahorros de tabaqueros, que usted también explota con su publicación? Si es verdad que lo ameno y variado de El Porvenir le hace a usted acreedor a recoger esos frutos de su trabajo, no es menos cierto que la labor revolucionaria no puede hacerse con sólo el pensamiento. El señor Martí consagra todo su tiempo a la causa, sin otra recompensa que la censura imprudente. Me gustaría verlo ocupando su puesto, lejos de rencillas personales, que pueden llevarlo al abismo de malas apreciaciones. Quiera y admire tanto a Martí como en 1887, en la seguridad de que Cuba ganaría con el auxilio bueno de usted y vendría de ello más prestigio para su periódico”. Muchas angustias, y pesadumbre moral tuvo que soportar el Maestro, quien lo resumiría de tal manera, en carta a Estrada Palma: “No habrá dolor, humillación, mortificación, contrariedad, crueldad, que yo no acepte en servicio de mi patria. Tal vez fuera nulo mi empeño de hacer entender plenamente a los hombres la absoluta consagración. Ella ha de inspirar en situaciones como la mía, cólera o desconfianza, y de antemano las he venido padeciendo, y en lo que me lastiman las sufriré, siempre que en mí no se lastime a mi patria” (2). “En mí no pienso: tendré que poner de lado enteramente mi persona para lograr tal vez con la supresión de ella, alguna forma menos odiosa e impudente. En todo lo de mi persona cederé, y ya la doy por muerta. Ni temo a la larga porque conozco a nuestro país, no temo por él. Pero es preciso irle evitando estorbos desde ahora, y ponerle sangre buena en la raíz” (3). Continuará…/
Fuente.
1.- Diario de Campaña de José Martí.
2.- Carta de Martí al Sr. Tomás Estrada Palma. Montecristi, 1º de abril de 1895.
3.- Carta de Martí al Sr. Tomás Estrada Palma. Montecristi, 16 de mayo de 1895.
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