“Si usted u otro corresponsal americano se atreve a venir a mi campamento para escribir la verdad sobre nuestra situación, lo fusilo. ¡Caramba!” ––Sentenció Máximo Gómez a Bronson Rea corresponsal del New York Herald, como aparece en una traducción del inglés al español del libro del periodista americano en 1898, (1) y que muchos años más tarde, en 1953 la revista Bohemia reprodujera de tal manera: “…Si usted o cualquier corresponsal americano osa entrar en mi campamento para hablar mal de nosotros, lo mando a matar” (2). Por supuesto, me quedo con la primera versión, porque Gómez durante la guerra y después de la misma, ocultó muchos aspectos de su vida y de su carrera militar, fundamentalmente la crueldad de sus métodos, denunciados por ese periodista. Es difícil creer que Gómez, formado como oficial del ejército español en la Academia Militar de Zaragoza en España, (3) que comandó una columna española en Santo Domingo, que llegó a Cuba, no como “internacionalista” sino derrotado como un oficial de caballería, capitán del ejército español, y que luego por méritos propios alcanzaría el mayor grado militar del ejército cubano, cometiera varios “errores tácticos” en el enfrentamiento en Dos Ríos y la prensa cubana, publicara en todos los medios habidos y por haber distintas versiones, haciendo mucho hincapié en estrategias, en la humareda de los fusiles, en el herbazal, en la disparidad de “números” de cada bando, logrando al final, más que aclarar, confundir y extender el velo del misterio más allá de la muerte en combate de José Martí. ¿Qué han tratado de ocultar? porque una cosa es que Martí resultara una “carga”, y hasta un “estorbo”, como una vez pasó con Céspedes, Vicente García, y otros, como Gobierno, en los planes de Gómez, y otra cosa sería que Martí al “negarse” abandonar los campos de Cuba, Gómez intentara quitárselo de “arriba” provocando el escenario “fortuito” para su muerte. Y peor aún cuando el generalísimo desde Ciego de Najaza, le enviara aquella carta tan inmisericorde, llena de resentimiento arraigado y tenaz a Tomás Estrada Palma, el 22 de agosto a solo tres meses de la muerte del Apóstol ocurrida el 19 de mayo del mismo año 1895. “Lo que hizo Martí es nada, lo que usted tiene que hacer ahora es lo gordo (…) Martí, aunque no es tiempo de juzgar, empezó a torcerse y fracasar desde La Fernandina hasta caer en Boca de Dos Ríos (…) donde pereció sin beneficio para la patria y sin gloria para él”. Pero, una herida… Continuará…/
Fuente. 1.- Entre los rebeldes. La verdad de la guerra. Revelaciones de un periodista yankee. Traducción del inglés. Madrid. 1898. 2.- Revista Bohemia, 27 de diciembre de 1953. 3.- Tone, John Lawrence (2006). War and Genocide in Cuba, 1895-1898. Univ of North Carolina Press. p. 61.
Y tuvo el Gobierno norteamericano, en su segunda intervención, que encargarse nuevamente de doña Leonor Pérez, y sus funerales el día 19 de junio de 1907, para que la prensa oficialista marxista actual, adoctrinadora y manipuladora volviera a arremeter en contra, esta vez del gobernador Charles Magoon, al tratar de insincera la nota necrológica, en la que dispuso guardar duelo oficial y fuera sepultada a cuenta del Honorable Ayuntamiento habanero, y calificara de pomposo el sepelio que contrastó “con la miseria en que ella había vivido durante sus últimos años”. (1) Si el funeral hubiera sido sencillo, entonces estuviéramos leyendo en estos momentos, “un sepelio miserable al igual que su empobrecida vida durante sus últimos años”. El Gobierno Interventor norteamericano hizo más por la madre de José Martí, que la misma República, que los patriotas revolucionarios encabezados por Máximo Gómez. Pomposo resultó el sepelio del “generalísimo” en 1905, donde el gobierno de la República dispuso de 15 mil dólares para sus funerales, donde las corporaciones, las sociedades y organismos, el Gobierno en pleno, los cuerpos colegisladores, los elementos revolucionarios, gastaron más de 30 mil dólares en coronas, donde el Secretario de Hacienda, el general mambí Juan Rius Rivera, visitara la residencia del general Máximo Gómez, haciéndole entrega a su hijo Urbano de un cheque de 100 mil dólares americanos, cantidad votada por el Congreso a favor del caudillo revolucionario. (2) Pomposo era “el sarcófago de terciopelo negro de Máximo Gómez elegido a imagen y semejanza al utilizado para el cadáver del presidente norteamericano Willliam McKinley” (3), mientras en un lugar remoto de la provincia oriental, en un nicho rústico marcado con el número 334 reposaban casi olvidados los restos de José Martí, hasta que el mismo Gobierno Interventor norteamericano por disposición sanitaria ordenara la demolición de los antiguos nichos y erigiera un templete donde honrosamente descansarían los restos del Apóstol, y que fuera inaugurado el 24 de febrero de 1907, casi cuatro meses antes del fallecimiento de su santa madre doña Leonor Pérez Cabrera, ocurrido aproximadamente a las 5.30 pm del 19 de junio del mismo año. Continuará…/
Fuente: 1.- Centro de Estudios Martianos. La Habana. 2.- Diario de la Marina. Edición de la tarde del sábado 17 de junio de 1905. 3.- Diario de la Marina. Edición de la mañana del miércoles 21 de junio de 1905.
Y llegamos al 24 de febrero de 1905, el día de la inauguración del monumento a José Martí en el Parque Central de La Habana, erigido por suscripción popular, donde Máximo Gómez al usar de la palabra recordó a la concurrencia “que hoy hace 9 años, 9 meses y cinco días había muerto Martí”, poniendo de manifiesto las circunstancias que adornaron su carácter. Fue muy aplaudido. (1) Más que adornar el carácter del Apóstol, mejor hubiera sido que Gómez en ese lapso de tiempo de casi 10 años, hubiera visitado el lugar de Dos Ríos, y tan siquiera se preocupara dónde estaba enterrado Martí, pero nada de eso ocurrió. ¿Cuántas dudas e inquietudes se hubieran esclarecido? ¿por qué no lo hizo? ¿Eran tan amigos como nos lo han hecho creer? En ese tiempo Gómez pudo viajar a Santo Domingo, a los Estados Unidos, recorrer a Cuba en campaña para la elección de Estrada Palma, pero ni siquiera, este día de la inauguración, la prensa resaltó algún acercamiento de Gómez hacia la madre de Martí, la que se hallaba en la tarima a la derecha de la estatua de su hijo, además de las señoras Ana de Quesada viuda de Céspedes, Amalia Simoni viuda de Agramonte, Carmen Zayas Bazán viuda de Martí, y Juana de Varona, hermana del que fuera general del Ejército Libertador Bernabé Varona (Bembeta) quien entregara al arquitecto Benito Lagueruela un clavo de oro con la siguiente inscripción: "La hermana de Bembeta", para que fuese colocado en el monumento. Este clavo fue arrancado por manos sacrílegas, en el año 1941. Y el 24 de mayo de 1949, le fue incrustado otro clavo de oro. (2) Además del presidente de la república don Tomás Estrada Palma estaba su gabinete y muchas otras personalidades, desde que el acto comenzó a las nueve de la mañana con una concentración de más de 10 mil habaneros. Don Tomás Estrada Palma, al despedirse de la señora madre de Martí, ésta le entregó una exposición solicitando indulto para el señor Abelardo Torres, periodista de Consolación del Sur, condenado en causa por disparo de arma de fuego. Ninguna ayuda pidió para mitigar su “pobreza” sino como lo hizo su hijo luchando por el bienestar de los demás. Cuatro meses después el 17 de junio del mismo año, moriría el general Máximo Gómez. Continuará…/ Fuente: 1.- Diario de la Marina. Edición de la tarde del 24 de febrero de 1905. Pág. 3 2.- Veinte años de actividades del Historiador de la ciudad de La Habana. Emilio Roig de Leuchsenring. Volumen IV (1935-1955). Año 1955. Págs. 14 y 15