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viernes, 10 de junio de 2022

Versión de las versiones sobre la muerte de José Martí, por José Miró Argenter. (Final)

Hoy se cumplen 127 años de la caída del más universal de los cubanos y como vemos aún en este período de tiempo, “los cubanos no conocemos a Martí. Nos vendieron a un superhombre, a un Cristo insular que amó a una isla donde sufrió el breve tiempo en que la vivió. Nos armaron un ícono que nos hace sentir tan pequeños, que en secreto lo odiamos un poco, porque sabemos que nunca podremos estar a su altura”.
“Lo han vendido como un hombre tan perfecto que las imperfecciones que se han cometido en su nombre nos llegan a parecer hasta simpáticas. José Martí ha sido, durante los últimos sesenta años, un dios de yeso en cuyo nombre e ideas se han impuesto, sin rechistar, todos los intentos para ahogar y destruir nuestras libertades” (1).
Versión de las versiones sobre la muerte de José Martí, por José Miró Argenter. (Final)
Aunque nada hay ya que tenga interés después de la sorpresa de la catástrofe, es conveniente señalar estos últimos pormenores para que la verdad histórica no sea jamás adulterada. El lugar del desastre se llama Dos Ríos por una razón de fácil inteligencia, y la gran desgracia acaeció a la una de la tarde del 19 de mayo de 1895; era domingo.
Así, tal como queda narrado, entre episodios festivos y episodios bélicos, cayó para siempre el egregio cantor de la libertad, entre las flores de la montaña, el panorama de la naturaleza y el rumor del manantial, emblemas de su vida soñadora. Buscó él mismo la muerte (no cabe otra deducción dentro de la lógica humana), solicitado por la grandiosidad de su destino que le ofrecía aquella ocasión de alcanzar la inmortalidad, la primera que le brindaba la fortuna, creyendo que él acaso no iba a presentarle ninguna otra más propicia ni más memorable.
Fuente.
1.- “José Martí, ese desconocido”. Publicado en ADN Cuba, por Ramón Fernández Larrea. 19 Mayo del 2020.
2.- Cuba crónicas de la guerra. José Miró. Tomo I. Segunda Edición. La Habana 1942. Pág. 30.

Versión de las versiones sobre la muerte de José Martí, por José Miró Argenter. (Parte VII)

La maniobra de carga era ya infructuosa, no podía repetirse; y comprendiéndolo así el general Gómez, ordenó a uno de sus ayudantes, Augusto Feria, que comunicara al general Masó el mandato de retirada porque los proyectiles de los españoles amenazaban el único frente de los insurrectos y barrían el callejón del Monte. Martí se hallaba a caballo, con el revólver empuñado, de frente al enemigo, a un lado del monte. Pasó por allí un oficial, Ángel de la Guardia, que iba a unirse al general Masó, después de haber cumplido una orden de éste, y le dijo Martí: "¡Joven, vamos a la carga!"; y salieron los dos al limpio, al espacio menos intrincado, en medio de la confusión de aquellos momentos. Cayó Martí de dos balazos, uno de ellos mortal; fue herido el caballo que montaba, regalo de José Maceo, y muerto el caballo de Ángel de la Guardia. Así se desarrolló el drama y se desenlazó, en menos de dos minutos. Los grandes infortunios suelen precipitarse así, súbita y momentáneamente. Cuando Ángel de la Guardia se unió a la comitiva, lo contó a Gómez y a los que iban a su lado hablando de otras peripecias: "General, le dijo con la voz entrecortada: han matado al Presidente!(*)" Y refirió los tristes pormenores del suceso.
En estos mismos momentos el caballo que montó Martí se dirigía hacia el grupo consternado; venía sin el jinete y chorreando sangre(**). Gómez buscó con prontitud a los más conocedores del campo para arrebatarles el trofeo a los españoles; pero éstos, que habían identificado el cadáver de un modo inequívoco, por las manifestaciones de un oficial que conocía a Martí y por varios objetos que le hallaron encima, cartas y documentos, forzaron la marcha de retroceso para que la agresión de Gómez no les cogiera en el camino más peligroso. Jiménez Sandoval, jefe de la columna, dejó un papel a una mujer anciana que halló al paso, en el que escribió, entre signos masónicos, estos dos nombres: Jiménez Sandoval.: —José Martí.: —y le dio este recado verbal: "Dígale a Gómez que, si Martí cura se lo devolveré, y si muere le haré un buen entierro". Continuará…/
(*)(**).- Ambos hechos son inciertos. “Lo que si es seguro, Martí iba solo. Ángel de la Guardia no lo vio caer. (…) Es una ironía decir que vio caer al Apóstol. (…) Lo que si hizo Ángel de la Guardia fue identificar el caballo de Martí, cuando venía herido, montado por el corneta José Gutiérrez. Según palabras del coronel Ramón Garriga, quien al otro día tuvo que llevar una carta de Máximo Gómez, al coronel Sandoval averiguando la suerte de si Martí estaba vivo o muerto.
Fuente.
1.- Cuba crónicas de la guerra. José Miró. Tomo I. Segunda Edición. La Habana 1942. Págs. 29 y 30.
(*)(**).- Diario de la Marina, domingo 22 de febrero de 1948. Pág. 44.

Versión de las versiones sobre la muerte de José Martí, por José Miró Argenter. (Parte VI)

Chacón se asustó al verse apresado por la vanguardia de la columna, y conducido ante el jefe, en vez de tragarse la lengua, cantó de plano. Reveló que iba a comprar unos efectos para Gómez y Martí, que se hallaban acampados en la Bija, esperando al general Masó; exhibió el papel o nota de los encargos, otro papel de Gómez dirigido al cantinero de la Venta de Casanovas, y entregó el dinero que le había dado el general Gómez para la compra de los artículos. Por eso la columna española se hallaba en las cercanías de la casa de Pacheco, con la vanguardia apostada en la boca del callejón, y el núcleo de la fuerza en línea de combate, junto al monte, de frente a la casa de Pacheco la infantería, y la caballería detrás de los corrales de la misma finca. Amador Guerra con la gente de Yara y Manzanillo, acuchilló el primer retén de los españoles, el que hizo fuego desde el callejón del monte y siguieron todos al aire de carga hasta dar vista al cuadro más sólido de la columna, que a su vez, al divisar a los insurrectos, rompió el fuego por descargas contra los grupos delanteros, enfilando los proyectiles por el callejón y una tumba de monte, más próxima al lugar del debate. Gómez hizo fuego personalmente con la carabina de su uso, apuntó también Borrero que era un tirador excepcional, apuntaron algunos más sobre el bosque y sobre los corrales de la casa de Pacheco; pero no era posible desbaratar el formidable obstáculo de una infantería bien situada, con dos frentes ofensivos y al amparo del bosque, que le permitía sostener la retirada hasta el paso del río, en el supuesto de que, batida por los fuegos del adversario, hubiese dejado el campo y tomado la dirección opuesta al emprender la retirada. De la manera que estaba planteado el debate era imposible que los insurrectos obtuviesen la victoria; los españoles se hallaban amparados por el bosque, y no tenían el río a sus espaldas; y los insurrectos, en menor número, a caballo todos, tenían el Contramaestre y el Cauto como vías de retroceso; si la columna hubiese embestido con vigor, todas las ventajas estaban, pues, por los españoles, y las suertes, echadas por el destino fatal, iban en breve a consumar la catástrofe. Continuará…/

Fuente.
1.- Cuba crónicas de la guerra. José Miró. Tomo I. Segunda Edición. La Habana 1942. Págs. 28 y 29

Versión de las versiones sobre la muerte de José Martí, por José Miró Argenter. (Parte V)

Gómez requirió a Martí con estas palabras: "Martí, retírese, este no es el lugar de usted."… Martí no obedeció el mandato. Era natural la desobediencia en quien pocos momentos antes enardeció a los actores con la bélica y famosa oración. Y si este mismo entusiasmo y esta misma gallardía no es más que resultado del ardor que yo he prendido en esos buenos y esforzados corazones, ¿cómo he de irme del palenque sin mostrar al mundo, aquí representado por el más fehaciente testimonio, que yo soy de la raza de los buenos que marchan intrépidos sobre las llamas? ¿Dónde está el cáliz, dónde la hostia del sacrificio sino a través de esa nube tempestuosa que descarga su furia sobre la tierra de promisión, al alcance ya de las manos que soliciten el más ostensible de los sacramentos? ¡Oh visión de mis amores, fantasma de mis ensueños, deidad encantadora de mis vigilias, viático augusto, al fin te acercas con la palma y la corona del triunfo inmortal y el estandarte de la gloria desplegado al viento!...
Pero no estando allí los españoles era lógico pensar que se hallarían sobre el campamento abandonado de la Bija, o tal vez en la prefectura de Pacheco, distante como un kilómetro del último paraje. Los estampidos habían sonado en aquella dirección, según manifestaciones de los soldados que estaban de vigilancia en el crucero del río, sobre una de sus márgenes. Fue necesario, para ir al encuentro de los españoles, dejar el camino abierto, propio para maniobrar la caballería, y tomar por una vereda de monte, adecuada para defenderla con infantería, y por otro callejón, aunque más amplio, que conducía a la casa de Pacheco. Se entró a rienda suelta pero una emboscada de los españoles hizo la primera descarga, casi a quemarropa––, allí estaba, pues, el enemigo. ¿Cómo y por qué había llegado hasta aquel lugar? Es ocasión de decirlo ahora. El joven que salió del campamento de la Bija, en busca de comestibles para el cuartel general, había caído en poder de los españoles, que marchaban hacia Dos Ríos y no hacia las Vueltas, donde se hallaban los insurrectos. Continuará…/

Fuente.
1.- Cuba crónicas de la guerra. José Miró. Tomo I. Segunda Edición. La Habana 1942. Págs. 27 y 28

Versión de las versiones sobre la muerte de José Martí, por José Miró Argenter. (Parte IV)

Es ahora de rigor explicar las circunstancias que se relacionan con la columna española que seguía por el camino real de la Isla, ignorante cuando acampó en la Venta de Casanovas, de que se hallaba en la Bija, lo más granado de la insurrección. El coronel Jiménez Sandoval, jefe de la columna, lo supo por un paisano, aunque no de un modo fidedigno, y sólo a las reiteradas súplicas de ese mismo paisano y de algunos oficiales, se decidió a probar fortuna marchando hacia la Bija en la mañana del 19, hora en que ya no estaban en dicho lugar ni Gómez ni Martí.
La noticia exacta y cabal la tuvo el jefe de la columna española por un mozo llamado Chacón, a quien Gómez y Martí, estando aún en la Bija, dieron el encargo de ir a la Venta de Casanovas a comprar algunos comestibles, eligiendo a dicho mozo porque no podía infundir sospechas al enemigo, en atención a que se había incorporado recientemente, y tenía todo el aspecto de un hombre pacífico, y pronunciaba el castellano con el acento de un bachiller de Salamanca. Fue Martí quien se fijó en estas minucias. ¡Qué bien pronuncia el castellano el joven Chacón! —dijo dos o tres veces—celebrando el enfático acento del bachiller, el cual era de Bayamo y no salmantino.
Esa exclamación mencionada por Miró Argenter, no aparece en el Diario de Martí, pero tampoco creo sea la intención elegida por el Maestro entre las cinco acepciones de la palabra “bachiller”. Martí relacionó tres adjetivos: rubio, bachiller, y cómico. Dos de las acepciones de la palabra “bachiller” se pueden adjetivar, la número tres, “persona que habla mucho, e impertinentemente”, y la cuarta, “Persona instruida, experta”, que además de adjetivar, se solía también utilizar en sentido despectivo. No creo que la última sea la intención de Martí. Rubio, bachiller (persona que habla mucho e impertinente), y cómico. Y así resultó ser Carlos (su nombre), un verdadero “parlanchín”.
Ya al final del almuerzo, se oyeron algunos tiros de fusil, aunque lejanos, y casi simultáneamente, dos jinetes, de una de las avanzadas traían la noticia de que los españoles se aproximaban, sin poder determinar nada más. Se tocó llamada y tropa, y montó a caballo Amador Guerra, siguiéndole los más expeditos de la gente de Masó, y como es de razón partieron a escape hacia el Contramaestre, por la misma vía del rastro, llegando hasta la primera guardia insurrecta sin encontrar huella de los españoles. Allí acudieron enseguida Gómez, Martí, Masó, Borrero, Masó Parra y varios oficiales y soldados, los primeros que montaron a caballo después de Amador, que había salido como un rayo, lo que él era en ímpetu y en fortaleza. Gómez requirió a Martí con estas palabras: "Martí, retírese, este no es el lugar de usted." Martí no obedeció el mandato. Continuará…/

Fuente.
1.- Cuba crónicas de la guerra. José Miró. Tomo I. Segunda Edición. La Habana 1942. Págs. 26 y 27

Versión de las versiones sobre la muerte de José Martí, por José Miró Argenter. (Parte III)


El general Gómez no había regresado de su excursión cuando Masó y Martí adoptaron aquel propósito, y como es consiguiente; Gómez al volver el 19 al campo de la Bija, siguió el rastro del núcleo hasta encontrarse con sus amigos en la finca las Vueltas. Eran las once de la mañana. De la columna española no se adquirieron más noticias hasta que no sonaron los primeros tiros. La excursión que hizo Gómez no dio resultado, puesto que no halló al enemigo por aquellos contornos. Precedieron estas circunstancias más. Al llegar el general Gómez fue recibido en gran parada por toda la tropa allí reunida; la arengó el viejo soldado con la arrogancia en él peculiar; habló de los méritos del general Masó, de su conducta acrisolada y de su patriotismo excelente, y habló también Martí. ¡Qué oración aquella, la última que pronunció su verbo maravilloso! Predicó el credo de la revolución con el fervor del apóstol, convencido de que la pureza del dogma es el sostén más firme del militante para llevarlo a la conquista del ideal, sin vacilaciones ni desmayos. Exhortó al auditorio, presa de emoción y enardecido, para que no abandonara jamás la senda del deber por inmensos que fueran los obstáculos que amontonara la adversidad. Era preferible la muerte silenciosa, lenta y cruel en medio de la soledad del bosque, como inmolación impuesta por el alma del luchador, que ve agotados todos los esfuerzos, a la vida ostentosa de los honores adquiridos al infame precio de la apostasía. Sentimientos hondos, que escapan a toda investigación, aspiraciones a la inmortalidad, traídas tal vez por el ambiente de batalla y algo más inefable, más íntimo y profundo, debió pasar en aquellos momentos por el espíritu de Martí, porque transfigurado por la pasión, dijo, en medio del éxtasis: ¡Quiero que conste que por la causa de Cuba me dejo clavar en cruz! La multitud rompió el silencio y se desbordó en entusiasmo; aclamó al Apóstol, al caudillo y al primer magistrado de la república. Escena indescriptible. Se sentaron a almorzar después que el general Masó, más conmovido que ningún otro, abrazó a Martí en presencia de la tropa oriental. Continuará…/

Fuente.
1.- Cuba crónicas de la guerra. José Miró. Tomo I. Segunda Edición. La Habana 1942. Págs. 24 y 25

Versión de las versiones sobre la muerte de José Martí, por José Miró Argenter. (Parte II)

El itinerario que siguió Martí para ir a la muerte no descubre la más leve señal que haga presagiar lo siniestro del destino a las miradas del observador más perspicaz; es, por lo contrario, ameno, pintoresco y aun bullicioso dentro de aquel panorama de la naturaleza, cuya esplendidez y cuyas galas no dejaban entrever el fondo del otro panorama donde la muerte estaba vigilante sobre las mismas riberas del río engañador.
Siguiendo el cuadro de marchas que se habían trazado, Gómez, Martí, Borrero, Miró, y una escolta de cincuenta hombres veteranos que les dio Antonio Maceo, al despedirse de ellos en el ingenio La Mejorana, acamparon el 15 en un pequeño sitio de labor, nombrado la Bija, próximo a la confluencia del Cauto y el Contramaestre, con objeto de esperar allí al general Masó que se hallaba en la jurisdicción de Santiago de Cuba, pero caminando hacia el lugar antes expresado, o sea la zona de Jaguaní, en el límite de las tres comarcas, Jiguaní, Santiago de Cuba y Holguín. En el campamento de la Bija permanecieron hasta el 19, fecha de la catástrofe; pero con anterioridad (el 18), al tener noticia confidencial de que una columna española se dirigía de Palma Soriano a Jiguaní para abastecer los destacamentos de la línea, el general Gómez se propuso hostilizarla en el lugar conocido por Venta de Casanovas, que se encuentra en el camino real de la Isla, entre Remanganaguas y Baire, a cinco leguas próximamente de Dos Ríos; y con el intento mencionado salió Gómez del campamento de la Bija. Algunas horas después de la salida de Gómez, llegó el general Masó, ya de noche; y como es de suponer, él y Martí departieron alborozados después de los mutuos parabienes. El general Masó traía bastante tropa, unos 350 hombres, y como el paraje no era espacioso ni tenía pasto, acordaron levantar el campamento en las primeras horas de la mañana. Así lo hicieron al quebrar la aurora; vadearon el Contramaestre, que estaba crecido, dejaron un retén en una de sus márgenes y eligieron para nuevo campamento la finca llamada las Vueltas, dehesa limpia y dilatada.
Continuará…/

Fuente.
1.- Cuba crónicas de la guerra. José Miró. Tomo I. Segunda Edición. La Habana 1942. Págs. 24 y 25

Versión de las versiones sobre la muerte de José Martí, por José Miró Argenter. (Parte I)

Aún hoy en día, algunos cuestionan si José Martí conoció en persona al catalán, coronel José Miró Argenter, pues sí, lo conoció diez días antes de su muerte, y así lo deja plasmado en su Diario de Campaña… Miró llega, cortés en su buen caballo, le veo el cariño cuando me saluda: él tiene fuerte habla catalana, tipo fino, barba en punta y calva, ojos vivaces. Incluso interviene en un momento embarazoso. Ese mismo día Martí escribe un detalle: Presidente me han llamado desde mi entrada al campo, las fuerzas todas, a pesar de mi pública repulsa, y a cada campo que llego, el respeto renace, y cierto suave entusiasmo del cariño general, y muestras del goce de la gente en mi presencia y sencillez. ––Y al acercarse hoy uno: Presidente, y sonreír yo:
––No me le digan a Martí Presidente ––interviene Gómez.
––¿Y quién contiene el impulso de la gente, general? ––le dice Miró ––eso les nace del corazón a todos.
––Bueno, pero él no es Presidente todavía: es el Delegado.
Notaba yo, y noté el embarazo y desagrado en todos, y en algunos como el agravio, concluyó Martí.
El día 11 de enero de 1895, Martí escribe: Se va miró con su gente.
Quiere decir que el general Miró, no estuvo presente cuando los sucesos de Dos Ríos.
Algunos datos sobre el general Miró.
Siendo José Miró Argenter, general de brigada ocupó el cargo de jefe del estado mayor de la columna invasora comandada por Antonio Maceo, al final de la guerra se le otorgaría de forma retroactiva el grado de general de división. José Miró Argenter fue el padre del abogado cubano José Miró Cardona, quien en 1948 defendió al capitán Joaquín Casillas Lumpuy en el juicio que se le siguió por la muerte del sindicalista Jesús Menéndez (1), y que el 5 de enero de 1959 asumiera el cargo como nuevo primer ministro del gobierno revolucionario cubano, encabezado por el presidente Manuel Urrutia Lleó, destituido más tarde por Fidel Castro quien lo designó al año siguiente embajador de Cuba ante España, cargo desempeñado hasta finales de 1960, en que se opuso y combatió a la revolución cubana (2).
A medida que nos alejamos de la fecha del 19 de mayo de 1895, llueven las versiones de las versiones, más “actualizadas” y “veraces” sobre lo ocurrido aquel día, pero siempre tomando como guía la primera versión española narrada por el corresponsal de guerra Emilio Revertér Delmás, y peor aún, sin mencionar la fuente. Continuará…/
Fuente.
1.- La muerte de Jesús Menéndez: una historia mal contada. Por Newton Briones Montoto. Espacio Laical #2. 2016. Pág. 85
2.- A Thousand days: John F Kennedy in the White House Arthur Schlesinger Jr 1965.