El fuerte de La Navidad
¿Será lo mismo la virgen María, Stella Maris, Maya o Yemayá?
Stella Maris es una denominación latina que significa estrella de mar, un antiguo título del siglo IX, referido a María, madre de Jesús, que da origen al himno de los marinos. San Bernardo de Carvajal en el siglo XII, escribió: En caso de que la ira, o la avaricia, o el deseo carnal asalten con violencia la frágil embarcación de tu alma, mira la estrella, llama a María. Los treinta y nueve hombres que quedaron en el Fuerte de la Navidad de una forma u otra eran, hombres de la mar, declaraba Cristóbal Colón, el 2 de enero, en su Diario de Navegación, pero haciendo lo contrario a lo vaticinado por San Bernardo, aquellos peninsulares dominados por la soledad, una vez que el Almirante emprendió rumbo hacia Castilla, comenzaron entre sí a reñir y tener pendencias, y acuchillarse, y tomar cada uno las mujeres que quería y el oro que podía haber, y apartarse unos de otros, según el Diario, convirtiéndose en los arquitectos de su propio destino, llevados hacia la muerte y en el mejor de los casos a la dispersión por los bosques de aquellas tierras vírgenes, quizás hasta ser exterminados por el cacique rebelde Caonao, y el Fuerte perecer bajo el fuego de las llamas. Estos hombres que quizás esperaban ansiosos el regreso de Colón, casi por un año, en algún momento afligidos, clamaron a Nuestra Madre o sea a Stella Maris y qué tiene de extraño, que al estar unidos o al dispersarse, no todos contaran con una imagen o medalla de María, como lo menciona el Diario, al regresar Colón en su segundo viaje. Aquellos hombres quiénes con sus herramientas, o sus armas, como las navajas vizcaínas o sevillanas, cuchillos y puñales, no intentaran tallar a la Virgen María, en madera, barro o piedra, y por falta de destreza lograran como resultado figuras deformes que se suponían de uno u otro sexo y a veces se representaban solo en forma femenina, pág, 242, “Cuba primitiva”, y estos treinta y nueve hombres, en ociosidad, disponían del tiempo suficiente, los conocimientos y las herramientas para pulir piedras y esculpir figuras extrañas, llámense ídolos o cemí, para amedrentar a los nativos y doblegarlos a la pura obediencia, contarles y enseñarles fábulas recogidas en África, porque muchos, incluido Colón, habían estado en Guinea y de ahí el fantástico relato de la higuera y los peces, o la garrafa que tenía un pez, que todo el mundo se pregunta, el porqué de la semejanza de esas fábulas en lugares tan distantes. El porqué Yemayá se sincretizaba con la Virgen y ahora uno se explica, que la palabra maya, de origen portuguesa está implícita en su nombre por significar María en español, y es porque fue Portugal uno de los primeros en colonizar la costa occidental de África y el primero, después de España, en penetrar a América, específicamente en Brasil, ya que una parte de éste, quedaba fuera de la línea del Tratado de Tordesillas, y por eso Brazil fue el segundo país después de La Española, en adorar a Yemayá. Maya es el vocablo que unió a tres culturas, la europea, la africana y la americana. Y veinticinco años más tarde dio nombre a un imperio, extendido hacia el oeste, después del encallamiento de la nao Santa María.
Autor. Ivo Basterrechea Sosa.
Tenemos el tambor, que los nativos, o un portugués, o varios de los castellanos que hablaban portugués, lo llamaron mayohuacán o mayoquenque a partir de Maya, en honor a la Virgen María, porque todo giraba alrededor de la casualidad del encallamiento de la nao con el nombre de la Santa María y la fecha del nacimiento de su hijo Jesús, ocurrido en el Fuerte de Navidad. Y ¿acaso no existía, un marino tonelero, con el nombre de Domingo, entre aquellos treinta y nueve hombres, especializado en darle curvatura a las tablas de los toneles o barriles, y que como mismo hacían las canoas, podían ahuecar un tronco de la palma para elaborar el cuerpo del tambor que al principio sólo contaba con un agujero rectangular y carecía de parches por ambas caras y era percutido con otro pedazo de madera, y lo más probable, guiados por los que ya existían en Guinea o cualquier otra parte de África, y que más tarde lo fueron mejorando al utilizar la piel de sus jubones o botas para los parches y lo elaboraran del árbol María (Maya), bautizándolo con el nombre de mayohuacán o mayoquenque.
La palabra canoa nunca fue arahuaca y sí creada por algún castellano, convirtiéndose en la primera voz americana incorporada al español, registrada desde 1493, en el Diccionario de Antonio de Nebrija, según el fichero General del Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española. Cuando Colón se acercaba a la isla de Juana, o sea Cuba, y al ver sus grandes árboles quedó impresionado de tal forma, que así lo plasmó en la carta que en 1493, le enviara a Luis de Santangel, escribano de ración de los Reyes Católicos. Hay palmas de seis u ocho maneras, que admiración verlas por la deformidad hermosa de ellas… Y más adelante las describió como árboles de mil maneras, y altas, y parecen que llegan al cielo; y tengo por dicho que jamás pierden la hoja, según lo que puedo comprender que los vi tan verdes y tan hermosos como son por mayo en España. Debemos aclarar que en aquellos tiempos las palmas no se clasificaban en reales, en canas ni africanas, etc. Eran y son consideradas hasta el día de hoy, árboles.
Y creemos que antes del nombre de reales, algún castellano las llamó canas, por su parecido al cabello cano en su color grisáceo, por lo que aseguramos, de aquí surgió el nombre de canoa a la embarcación que Colón llamó almadía, del árabe hispano almadíyya, embarcación formada por troncos o maderos unidos y en su segunda acepción, canoa, embarcación de remos. El padre Las Casas que se cree fue el autor del Resumen del Diario de navegación, reflejó la admiración del Almirante hacia las canoas: Ellos vinieron a la nao con almadías, que son hechas del pie de un árbol, como un barco luengo, y todo de un pedazo, y labrado muy a maravilla, según la tierra, y grandes en que en algunas venían 40 o 45 hombres, y otras más pequeñas hasta haber de ellas en que venía un solo hombre. Aclaremos algunos conceptos al respecto, porque para los antillanos, y particularmente los cubanos, a la palma nunca la hemos visto como un árbol, sino como una mata, sin importar la altura, y así llamamos a una mata de tomate, al naranjo, a la mata de plátano, a la de coco, que a la mata de palma, cosa que aún la Academia de la Lengua no acepta y creemos que por tal motivo los lexicógrafos y escritores como Juan Ignacio de Armas, por poner un ejemplo, no pudieron dar con la verdadera etimología de la palabra canoa, porque este erudito de las letras, la relacionaba con las palabras canela, canal y otras más. También es cierto que canoa se llama a un tronco de la palma o de cualquier árbol maderable, convertido en canal y cerrado por los extremos, donde abreva el ganado, pero por supuesto que esto sucedió mucho después, en alusión a la embarcación, y quizás por ahí anduvo buscándola el ilustre camagüeyano. Entonces volviendo a lo dicho por Las Casas, vemos que la palabra pie en su quinta acepción del diccionario de la RAE, significa el tronco de un árbol, que el vocablo luengo, es lo largo. “Y labrado muy a maravilla, según la tierra”, significa labrado por la tierra de forma natural, y no por las manos de los indios, ni con hachas de piedra y fuego, como nos lo han hecho creer hasta ahora, porque la confusión llevó a muchos cronistas y escritores a pensar que las canoas se fabricaban de cualquier tronco de árbol maderable rameado, después de cortados y quitadas las ramas. (Y de Armas, siempre se preguntó con qué herramientas cortaban el tronco y lo despojaban de sus ramas, si cuando Colón llegó, los Naturales no las conocían). Acaso no es más lógico pensar que las canoas se hacían de los troncos de las palmas, que alguien llamó canas por su perecido al cabello cano, y que por cierto, en contraposición a los árboles maderables, la parte exterior (labrada por la tierra) es más dura que la interior, y que resulta más fácil recibir el fuego de los carbones.
Además los que tuvimos la posibilidad de ver las crecidas de los ríos, vimos cientos de palmas flotando, que luego de la inundación quedaban varadas a lo largo del cause, cosa que los indios formando grupos, (decía Colón que aparecían por cientos y miles) bien podían sacar a tierra y ponerlas a secar al resistero del sol, quemándolas luego en sus extremos y colocando las brazas en la parte superior para que el fuego, después de quemar la corteza, quemara la parte filamentosa y blanda del interior, y como nos aclara el diccionario, a lo largo de unos quince metros de longitud (luengo) y alrededor de medio metro de ancho, en el tronco (pie), como lo reflejó Colón, muchas canoas, de sólida y compacta madera, aunque estrechas. ¿Quedará alguna duda de que las canoas de nuestros indios antillanos fueron elaboradas de las matas de palmas canas y de ahí el nombre por su parecido al cabello gris? No olvidamos que por la misma confusión, luego se elaboraran de troncos de árboles maderables y que en muchas partes de América, las llamaran piraguas. Solo hay que fijarse en los troncos.
Al elaborarse de la palma, explica la gran cantidad de canoas que aparecían por todas partes, no así, si se hubieran hecho de los troncos de árboles ramosos. Así también se justifica el color prieto, que señaló el Almirante a los indios, y no es otra cosa, que una vez ahuecada por el fuego, su interior filamentoso se hacía carboncillo, y aquellos 40 o 45 hombres, de una sola canoa, quedaran con los cuerpos tiznados. La canoa fue el primer objeto artificial que verdaderamente llamó la atención al Almirante, una embarcación muy fácil de elaborar de un pedazo de palma labrado muy a maravilla (liso por completo) que, si se le trastorna, luego se echan todos a nadar y la enderezan y vacían con calabazas que traen ellos, porque ni quilla tenía. Por lo menos en el período comprendido entre el 12 de octubre y el 25 de diciembre de 1492, en el que nuestros aborígenes eran verdaderamente Naturales.
Autor. Ivo Basterrechea Sosa.
En los tiempos del descubrimiento la palabra caimán no existía como tal, este tipo de saurio era conocido como lagarto. Bestias en tierra no “vide” ninguna de ninguna manera, salvo papagayos y lagartos, así se escribió en el Diario de navegación. La palabreja no pertenece a la lengua aborigen ni siquiera a nuestra lengua madre, el castellano. El célebre Juan Ignacio de Armas, en su obra La zoología de Colón, pág 146, aprovechando el comentario del Cronista Mayor de Indias Antonio de Herrera y Tordesillas, al diferenciar al cocodrilo del caimán, donde expresa «Hay dos maneras de ellos, unos bambas y otros caimanes; unos verdes, y otros pardos, con pintas coloradas; los verdes son más fieros y mayores.» Y de aquí el insigne camagüeyano dedujo la etimología del nombre del lagarto que analizamos, donde se ve que el color de ambos géneros sirvió para darles nombre; llamándose al verde o verdadero cocodrilo bamba, palabra griega que significa tintura, y al pardo con pintas encarnadas caimán, palabra que sin duda tiene el mismo origen de carmín, con lo cual no estamos de acuerdo y proponemos al lector la siguiente teoría. La palabra caimán podría ser la combinación de la sílaba ca, muy probable de cannibal (canibal) y de la pronunciación del verbo inglés eat que significa comer y el sustantivo man del mismo idioma que significa hombre, por lo que inferimos, que a eso se referían nuestros Naturales, a aquellos “comehombres” que los atacaban cada vez que se metían en el río o en el mar para empujar o enderezar sus canoas y que Cristóbal Colón, al describir a los aborígenes señalaba las cicatrices en las piernas y la falta de partes de sus cuerpos, además de llamarle la atención la azagaya con tizón en la punta o un hueso de pescado, la que utilizaban para defenderse, pinchándole los ojos. Colón en su delirio, entendía que se defendían de tribus de aborígenes antropófagos que venían de islas vecinas. En otras partes de su Diario de navegación o en las cartas que redactó, mencionaba hombres con un solo ojo en la frente, otros con cola y otros con cabezas de perros. Este animal, el caimán, fue quien alimentó la idea del Almirante, en crear en su mente un ejército de bárbaros que venían de otras regiones desolando las aldeas que encontraban a su paso como sucedía en Europa. Cristóbal Colón vivió un mundo real, seguro de sí mismo, pero con una imaginación fantasiosa desarrollada en el crepúsculo de una Edad Media, caracterizada por las grandes guerras y pandemias que desolaron al viejo continente. Un soñador con los pies sobre las olas. No se puede hablar de él, sino se menciona el mar y fue a través de la mar océano que descubrió las primeras islas que formaban parte de un continente, que en vida nunca supo, había descubierto. Cuando salió del estupor de lo que sus ojos veían por primera vez, describió a sus habitantes desnudos como las madres los trajeron al mundo. Fue aquí donde desparramó su imaginación alimentada por cuentos moriscos, africanos y asiáticos rodeados de fantasmas, brujas, sirenas y gigantes, estos últimos adquiridos de las aventuras de Marco Polo. Eran momentos de pura euforia, una mente delirante enfocada en encontrar reinados y reyes, abundantes vetas de oro y todo tipo de especias. Una mente frisando la locura quijotesca, que respondía a cualquier parecido con las palabras programadas en su cerebro, donde, si decían loro, entendía oro, si decían ley, entendía rey, si alguien exclamaba ¡Ay! Creía que decían Catay y así creyó en la historia de aquellos aborígenes, que ni idea tenemos de cómo se expresaban, a no ser lo que él mismo describió en su Diario de navegación, que lo hacían a través de señas y que indicaban que los imaginarios guerreros venían del este. Y fue así como erróneamente creó las tribus bárbaras, armadas, agresivas, que devoraban hombres a las que más tarde llamó Caribes. Los Caribes nunca existieron y quienes crean lo contrario, que lean y analicen de forma crítica “La fábula de los Caribes”, del escritor cubano Juan Ignacio de Armas. Los Caribes fueron creados por otro error de los mismos conquistadores, a los que más adelante le dedicaremos un artículo. Tengamos en cuenta que uno de los más afamados biógrafos de Colón, era el norteamericano Washington Irvin, pero se dice que con el Almirante viajó un irlandés, que de ser cierto, creemos que este dio origen a la palabra Caimán.
Autor. Ivo Basterrechea Sosa.
El fuerte de La Navidad a parte de ser el primer asentamiento de los treinta y nueve hombres elegidos por el Almirante Cristóbal Colón, para construirlo con la tablazón de la nao Santa María, el 25 de diciembre de 1492, en la costa norte de la isla La Española, hasta su regreso de España, también fue la primera cátedra de oficios y lenguaje para nuestros aborígenes. Hay que recordar que este año del descubrimiento de América, estuvo rodeado por varios hechos trascendentales que marcaron la historia de España. El mismo 2 de enero de 1492, prácticamente comenzando el año, los reyes Isabel I de Castilla y Fernando II, de Aragón, ponían fin al dominio árabe de casi ocho siglos, conquistando el reino nazarí de Granada, y tres meses más tarde estos mismos reyes promulgaban el Decreto de la Alhambra y el Edicto de Granada, en los cuales expulsaban a los judíos de sus reinos, ambos proyectos elaborados por Tomás de Torquemada, inquisidor general de la Santa Inquisición española, establecida para Castilla en 1478, y en 1483 para Aragón, y el título de Reyes Católicos a los monarcas, declarado por el Papa Inocencio VIII. La mayoría de los judíos fueron forzados a convertirse al cristianismo de lo contrario, tenían cuatro meses para abandonar los reinos cristianos de la península ibérica. Aquel judío que se convertía al cristianismo se le llamó judeoconverso o simplemente converso, como fue el caso de Luis de Torre y de otros más que acompañaron a Cristóbal Colón en la citada empresa, quedando el primero como uno de los treinta y nueve, en el Fuerte de la Navidad, registrado en el Diario de navegación. Un Diario cuyo texto original entregado a los reyes católicos, se perdió y pasado algún tiempo, se da a conocer universalmente, la Relación del Primer Viaje, un sumario compilado por el Fray Bartolomé de las Casas, casi cincuenta años después de lo sucedido y sin ser testigo presencial, muy influenciado por su tío paterno Juan de la Peña, que sí participó en el primer viaje y luego lo harían en el segundo, su padre Pedro de las Casas y el hermano Francisco de Peñalosa, plagando de errores y más que todo de muchos anacronismos, que invalidan los hechos, que por muy insignificantes que parecieran, ayudaron a tergiversar el rumbo de la historia. Nuestra teoría se basa en considerar algunos aspectos y elementos de dicho sumario, en el período de tiempo en el que se descubre la isla de San Salvador y el día en que el Almirante, deja el Fuerte de la Navidad y se va rumbo a España. También nos proponemos darle una dimensión de espacio-tiempo a la estadía de aquellos peninsulares que de forma fortuita, (o intencionada), tuvieron el primer asentamiento en las tierras descubiertas, con el objetivo de aclarar mediante una lógica, muchas de las preguntas que quedaron sin respuestas a través de la historia, como las plasmadas en su obra “El lenguaje criollo” y “La fábula de los Caribes” por uno de los más grandes estudiosos de estos temas, que al darlos a conocer, lo tildaron de “paradójico“ y “rebelde”, nos referimos al escritor cubano Juan Ignacio de Armas, una obra tan valiosa, que los historiadores y escritores debieron darle su justa dimensión. Ejemplo de ello, la canoa, donde el camagüeyano se preguntaba con qué herramientas cortaban y calaban los inmensos troncos, el porqué desde los primeros días al Almirante no le llamaron la atención los utensilios domésticos (la batea y el burén donde supuestamente cocinaban las tortillas de maíz y el cazabe de la yuca) y también, las armas (arcos y flechas, aunque fuera uno solo, hachas, antorchas, las hamacas, los ídolos, que sólo se mencionan en raras excepciones y creemos que fueron anacronismos en esta primera etapa) en aquellas casas, alfaneques o bajareques y no bohíos, como no los han hecho creer, que en la huida de los aborígenes, dejaban vacías en reiteradas ocasiones, reflejadas en el Diario. No sólo el Padre dominico fue el culpable, creemos que el propio Colón, también lo fue, al escribir las cartas a los Reyes Católicos, en una afiebrada imaginación que frisaba la locura, en medio del delirio de la conquista. También la culpa de su hijo Fernando y la pléyade de cronistas, ninguno testigo de los hechos.Y es eso, lo que nos proponemos, plantear teorías, conceptos y situaciones para buscar una lógica a los errores o anacronismos que por olvido, ignorancia o sentimientos patrioteros, tanto de españoles como de americanos, torcieron el rumbo de la historia.
En el momento en que Cristóbal Colón, abandona el Fuerte de la Navidad, deja mantenimientos de pan y vino para más de un año y simientes para sembrar y la barca de la nao, con todos los implementos de cocina, herramientas de carpintería, armas como picas, espadas, cuchillos, puñales, navajas, hachas, arcos y flechas y hasta una lombarda, además de varios hombres con oficios, un calafate, un repostero, un carpintero, un lombardero, un tonelero, un sastre y un físico, todos hombres de mar.
Autor. Ivo Basterrechea Sosa.
Y qué decir del maléfico o endiablado Mabuya, espíritu malo, que nos narra el Padre Ramón Pané en sus fantásticos relatos, cuando llegó con Colón en su segundo viaje. Si analizamos la palabreja veremos que en el vocablo maya, está inserta la sílaba bu, y no será porque bu viene de buba como en ese tiempo los castellanos llamaban a la sífilis de la que contagiaron o se contagiaban, cosa que está por determinar, en aquel libertinaje donde tomaban las mujeres a sus indios y hacían de ellas lo que más les placía. Entonces creo que no hay ninguna duda de que Stella Maris, Maya o Yemayá sean la misma Virgen María.
Autor. Ivo Basterrechea Sosa.
Cuando leí en el libro “Cuba Primitiva”, que el barrio de La Habana, llamado Marianao, se llamó Mayanabo y que había constancia de actas en los archivos, seguí muy atento la explicación de Antonio Bachiller y Morales, su autor, donde aseguraba que Maya significaba María y nabo por deformación era nao. Sólo con esto último no estamos de acuerdo porque nabo, además de significar el madero que sostenía la verga de un barco, también en una de sus acepciones significa nave, y por eso su nombre actual Marianao y que buscando la etimología, era la pérdida de una nao que tenía a una mujer llamada María. Creo que el sabio habanero no se detuvo a pensar en el origen de la palabra donde bien podía ser la nao con el nombre de María, y nos referimos por supuesto a la nao Santa María, que encalló, y con parte de su tablazón el Almirante ordenó construir el Fuerte de la Navidad, al que bautizó así por ser el día del nacimiento del niño Jesús. Qué casualidad que para hombres bien imbuidos en la fe cristiana, ocurriera tal coincidencia. Junto con Cristóbal Colón viajaba y así quedó registrado, un portugués, además el Almirante aparte de ser genovés y dominar su propio idioma, aprendió el portugués primero en el cual le expuso a Juan II, rey de Portugal, su ansiado proyecto, que le fue denegado y más tarde medio aprendió el castellano con el que se presentó ante los reyes Católicos, obteniendo los resultados que conocemos. Porqué insisto en lo de portugués, pues simplemente en el mismo libro “Cuba Primitiva”, Bachiller nos aclara que Maya proviene de ese idioma, como mae, que significa madre. Hasta aquí sobrada razón para considerar que Mayanabo, nos viene de la combinación de los dos vocablos, y de ahí Marianao.
Autor. Ivo Basterrechea Sosa.
El tambor mayohuacán o mayoquenque.
El tambor mayohuacán o mayoquenque.
Tenemos el tambor, que los nativos, o un portugués, o varios de los castellanos que hablaban portugués, lo llamaron mayohuacán o mayoquenque a partir de Maya, en honor a la Virgen María, porque todo giraba alrededor de la casualidad del encallamiento de la nao con el nombre de la Santa María y la fecha del nacimiento de su hijo Jesús, ocurrido en el Fuerte de Navidad. Y ¿acaso no existía, un marino tonelero, con el nombre de Domingo, entre aquellos treinta y nueve hombres, especializado en darle curvatura a las tablas de los toneles o barriles, y que como mismo hacían las canoas, podían ahuecar un tronco de la palma para elaborar el cuerpo del tambor que al principio sólo contaba con un agujero rectangular y carecía de parches por ambas caras y era percutido con otro pedazo de madera, y lo más probable, guiados por los que ya existían en Guinea o cualquier otra parte de África, y que más tarde lo fueron mejorando al utilizar la piel de sus jubones o botas para los parches y lo elaboraran del árbol María (Maya), bautizándolo con el nombre de mayohuacán o mayoquenque.
Autor: Ivo Basterrechea Sosa.
Opinamos que de aquellas orgías, que los cronistas llamaron areitos nació otra palabreja llamada, behíque, porque entre aquellos treinta nueve hombres quedados en el Fuerte de la Navidad, también había un boticario. En aquellos tiempos finales de la Edad Media, ¿qué era un boticario? El boticario podía ser, un físico, un mago, un brujo, un barbero o simplemente un curandero que ejercía prácticas curativas empíricas y rituales. A parte de dedicarse a las curas o pequeñas cirugías, ¿a qué más podría dedicarse un boticario ocioso, cuando el vino se agriaba o se acababa por los excesos? Creemos que a experimentar con frutas, yerbas y raíces, acompañado de nativos que aprendían lo que les enseñaban, como hacer vino a falta de uva y quizás de ahí surgió la bebida llamada chicha y la palabra “behíque” que entre los indios no era más que un sacerdote o curandero.
Autor. Ivo Basterrechea Sosa.
Autor. Ivo Basterrechea Sosa.
La palabra canoa nunca fue arahuaca y sí creada por algún castellano, convirtiéndose en la primera voz americana incorporada al español, registrada desde 1493, en el Diccionario de Antonio de Nebrija, según el fichero General del Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española. Cuando Colón se acercaba a la isla de Juana, o sea Cuba, y al ver sus grandes árboles quedó impresionado de tal forma, que así lo plasmó en la carta que en 1493, le enviara a Luis de Santangel, escribano de ración de los Reyes Católicos. Hay palmas de seis u ocho maneras, que admiración verlas por la deformidad hermosa de ellas… Y más adelante las describió como árboles de mil maneras, y altas, y parecen que llegan al cielo; y tengo por dicho que jamás pierden la hoja, según lo que puedo comprender que los vi tan verdes y tan hermosos como son por mayo en España. Debemos aclarar que en aquellos tiempos las palmas no se clasificaban en reales, en canas ni africanas, etc. Eran y son consideradas hasta el día de hoy, árboles.
Y creemos que antes del nombre de reales, algún castellano las llamó canas, por su parecido al cabello cano en su color grisáceo, por lo que aseguramos, de aquí surgió el nombre de canoa a la embarcación que Colón llamó almadía, del árabe hispano almadíyya, embarcación formada por troncos o maderos unidos y en su segunda acepción, canoa, embarcación de remos. El padre Las Casas que se cree fue el autor del Resumen del Diario de navegación, reflejó la admiración del Almirante hacia las canoas: Ellos vinieron a la nao con almadías, que son hechas del pie de un árbol, como un barco luengo, y todo de un pedazo, y labrado muy a maravilla, según la tierra, y grandes en que en algunas venían 40 o 45 hombres, y otras más pequeñas hasta haber de ellas en que venía un solo hombre. Aclaremos algunos conceptos al respecto, porque para los antillanos, y particularmente los cubanos, a la palma nunca la hemos visto como un árbol, sino como una mata, sin importar la altura, y así llamamos a una mata de tomate, al naranjo, a la mata de plátano, a la de coco, que a la mata de palma, cosa que aún la Academia de la Lengua no acepta y creemos que por tal motivo los lexicógrafos y escritores como Juan Ignacio de Armas, por poner un ejemplo, no pudieron dar con la verdadera etimología de la palabra canoa, porque este erudito de las letras, la relacionaba con las palabras canela, canal y otras más. También es cierto que canoa se llama a un tronco de la palma o de cualquier árbol maderable, convertido en canal y cerrado por los extremos, donde abreva el ganado, pero por supuesto que esto sucedió mucho después, en alusión a la embarcación, y quizás por ahí anduvo buscándola el ilustre camagüeyano. Entonces volviendo a lo dicho por Las Casas, vemos que la palabra pie en su quinta acepción del diccionario de la RAE, significa el tronco de un árbol, que el vocablo luengo, es lo largo. “Y labrado muy a maravilla, según la tierra”, significa labrado por la tierra de forma natural, y no por las manos de los indios, ni con hachas de piedra y fuego, como nos lo han hecho creer hasta ahora, porque la confusión llevó a muchos cronistas y escritores a pensar que las canoas se fabricaban de cualquier tronco de árbol maderable rameado, después de cortados y quitadas las ramas. (Y de Armas, siempre se preguntó con qué herramientas cortaban el tronco y lo despojaban de sus ramas, si cuando Colón llegó, los Naturales no las conocían). Acaso no es más lógico pensar que las canoas se hacían de los troncos de las palmas, que alguien llamó canas por su perecido al cabello cano, y que por cierto, en contraposición a los árboles maderables, la parte exterior (labrada por la tierra) es más dura que la interior, y que resulta más fácil recibir el fuego de los carbones.
Además los que tuvimos la posibilidad de ver las crecidas de los ríos, vimos cientos de palmas flotando, que luego de la inundación quedaban varadas a lo largo del cause, cosa que los indios formando grupos, (decía Colón que aparecían por cientos y miles) bien podían sacar a tierra y ponerlas a secar al resistero del sol, quemándolas luego en sus extremos y colocando las brazas en la parte superior para que el fuego, después de quemar la corteza, quemara la parte filamentosa y blanda del interior, y como nos aclara el diccionario, a lo largo de unos quince metros de longitud (luengo) y alrededor de medio metro de ancho, en el tronco (pie), como lo reflejó Colón, muchas canoas, de sólida y compacta madera, aunque estrechas. ¿Quedará alguna duda de que las canoas de nuestros indios antillanos fueron elaboradas de las matas de palmas canas y de ahí el nombre por su parecido al cabello gris? No olvidamos que por la misma confusión, luego se elaboraran de troncos de árboles maderables y que en muchas partes de América, las llamaran piraguas. Solo hay que fijarse en los troncos.
Al elaborarse de la palma, explica la gran cantidad de canoas que aparecían por todas partes, no así, si se hubieran hecho de los troncos de árboles ramosos. Así también se justifica el color prieto, que señaló el Almirante a los indios, y no es otra cosa, que una vez ahuecada por el fuego, su interior filamentoso se hacía carboncillo, y aquellos 40 o 45 hombres, de una sola canoa, quedaran con los cuerpos tiznados. La canoa fue el primer objeto artificial que verdaderamente llamó la atención al Almirante, una embarcación muy fácil de elaborar de un pedazo de palma labrado muy a maravilla (liso por completo) que, si se le trastorna, luego se echan todos a nadar y la enderezan y vacían con calabazas que traen ellos, porque ni quilla tenía. Por lo menos en el período comprendido entre el 12 de octubre y el 25 de diciembre de 1492, en el que nuestros aborígenes eran verdaderamente Naturales.
Autor. Ivo Basterrechea Sosa.
Autor. Ivo Basterrechea Sosa.
Cristóbal Colón, después de describir a los Naturales, le llamó la atención verlos con los cuerpos pintados de prieto y a otros pintados de colorado, a lo que algunos cronistas e historiadores lo achacaron al gusto de los aborígenes de pintarse con bija, sin cansarse de escribir artículos sobre este condimento, y no hay cosa más apartada de la realidad. Ya sabemos que las canoas eran los troncos de las palmas canas, que nuestros Naturales quemaban con brazas de carbón. Nos imaginamos una vez que ellos lograban la cavidad en el tronco, entonces las paredes y el piso de la futura embarcación, quedaban totalmente quemados, cubiertos de una capa prieta y espesa del carboncillo u hollín que se impregnaba en la piel de aquellos hombres. En cuanto al color rojo, o colorado que también cubría la piel de otros hombres, creemos que no era la bija, porque ese condimento después de untada la piel, en vez de quedar en el color rojo o colorado, prevalece un color amarillento con visos verduscos. En una de sus cartas el Almirante, relata que en las tierras hay muchas minas de metales… por lo que aseguramos que muchos de nuestros Naturales vivían o anduvieron cerca de las tierras cubiertas del polvo rojizo que se encuentran en la parte este de la actual provincia de Holguín, Cuba, específicamente en el municipio de Moa, donde su suelo se caracteriza por la abundancia de laterita y que por cierto es un lugar relativamente cerca del descubrimiento y más cerca del lugar por donde Colón pisó tierra por primera vez en Cuba, nos referimos a Gibara. Esto nos da una idea de por dónde los indios andaban en su peregrinar sobre las primitivas canoas.
Autor. Ivo Basterrechea Sosa.
Bahareque o bajareque. Según nuestro Fernando Ortiz, en Un catauro de cubanismos, pág. 147, se tiene esta voz por antillana. Todos los lexicógrafos cubanos, exceptuando Armas, la creen tal. "Bajareque. Según Armas (Orig . del leng . criollo) es voz de origen castellano y debe pronunciarse pajareque."¿De qué estamos hablando? Pues de las casas de nuestros aborígenes cuando el descubrimiento por parte de los castellanos. Ambas son de origen castellano, lo que sucedió que en el resumen del Diario de navegación de Cristóbal Colón, en algunas relaciones aparece la palabra pajareque y creemos que así lo dejó plasmado Bartolomé de las Casas, refiriéndose al material con que se cubrían las chozas en Europa, que era la paja, y paja le llamó a la penca seca de la palma con que los aborígenes cubrían sus casas, muy diferente a la paja del viejo continente. Entonces nosotros diríamos lo contrario, que en vez de pajareques en realidad eran bajareques. ¿En qué fundamentamos nuestra idea? Porque eran y son casas, que aún existen en nuestros campos cubanos, casas “vara en tierra” de dos aguas, muchas para guardar los aperos de labranza y hasta en algunos lugares se habita en ellas. Son casas que carecen de horcones y durmientes, simplemente formada de una estructura de cujes y varas a nivel de suelo, cubiertas por pencas de guano verde que con el tiempo se secan adoptando un color pajizo. Estas eran las casas de nuestros aborígenes en el momento del descubrimiento, por lo menos en el período comprendido entre el 12 de octubre y el 25 de diciembre de 1492, en que los castellanos construyeron con estructuras más complejas, los primeros bohíos en el Fuerte de Navidad y no antes, porque el miércoles 17 de octubre, el Almirante lo relataba de la forma siguiente, ellas, las casas, son todas a manera de alfaneques y muy altas y buenas chimeneas, mas no vide entre muchas poblaciones que yo vide ninguna que pasasse de doze hasta quinze casas. Y el lunes 29 de octubre, estando en Cuba, se refería de la siguiente forma eran hechas a manera de alfaneques, muy grandes, y parecían tiendas en real, sin concierto de calles sino una acá y otra acullá y de dentro muy barridas y limpias y sus adereços muy compuestos. Todas son de ramos de palma muy hermosos. ¿Qué nos queda? Aclarar la palabra alfaneque. Es una palabreja ya en desuso, que en su segunda acepción significaba “tienda o pabellón de campaña”. ¿Acaso el bajareque no parece una tienda de campaña?
Autor. Ivo Basterrechea Sosa.
Un lombardero o cualquier otro de los treinta y nueve hombres que Colón dejó en el Fuerte de Navidad, bien pudo enseñar a los indios, la creación de la hacha de piedra petaloide (que no es indígena), y del arco y las flechas a partir de las duelas curvas utilizadas en las pipas de agua. Por eso cuando Colón en su rumbo hacia España, más adelante se encontró a un grupo de infelices nativos que venía de la dirección del Fuerte de la Navidad, con unos arcos enormes y flechas con huesos en las puntas, y ellos, quizás contentos, en su inocencia querían mostrarle al Almirante, que ya poseían armas y hasta sabían usarlas (eran arcos y flechas que quizás se los entregaron para cazar jutías), y los castellanos que andaban con Colón, al verlos con las caras pintarrajeadas, las plumas en las cabezas, por las burlas que les hacían aquellos 39 hombres del Fuerte; el Almirante y sus hombres los creyeran Caribes y quisieron desarmarlos y hasta convencerlos para que algunos los entregaran, pero quizás los infelices no veían la razón del porqué les quitaban lo que los otros castellanos les habían regalado, y se pusieron ariscos, a la defensiva y fueron atacados por los cristianos, hiriendo a uno en una nalga y a otro en el pecho, siendo la primera vez que la sangre manchara aquella tierra por la ignorancia de los conquistadores. Fue a partir de aquí que ya nuestros nativos se volvieron más cautelosos y quizás hasta cimarrones, luego de la quema de aquellos, ordenada por el hermano del Almirante, dando surgimiento al primer líder rebelde, al que llamaron Caonao y también a los feroces Caribes. Y en un escenario diferente Colón observara como otro grupo usaba además unas varas agudas, las cuales tiran con unas tiraderas como las que tiran los muchachos de Castilla, con las cuales tiran muy lejos asaz certero. Entonces, ¿no cabe la posibilidad de que esos nativos “Caribes”, fueran “entrenados” por aquellos 39 hombres? ¿Qué de aquellas orgías, llamadas areitos surgieran los Caribes, que ya Colón traía en su mente, con aquellas caras y cuerpos, horrorosas, feroces, armados de “arcos y flechas” que sólo servían para cazar jutías?
Autor. Ivo Basterrechea Sosa.
El escritor camagüeyano Juan Ignacio de Armas, y también el Diccionario de la Academia en los tiempos que la señala Fernando Ortiz, en “Un catauro de cubanismos”, (1922) dan la voz macana, como mexicana, y nos aclara el sabio habanero, que Fernando de Colón y Bartolomé de las Casas opinaron hace siglos que era voz de la Isla Española. (Apologética, pág. 38). Y Oviedo (1. pág. 334) usa el vocablo, pero no lo atribuye a los indios. Gomara sigue a Las Casas; (pág. 173) "que llaman macanas." dice. No falta quien crea que es voz castellana. Más adelante Ortiz, nos relaciona una lista en la que incluye a Leo Wiener, Pedro Mártir, a Garcilazo de la Vega, a Pedro Cieza de León, a Cabeza de Vaca, e incluso cita textos de los P. P Benedictinos, en busca del origen de la palabra, hasta de una traducción española o portuguesa de Marco Polo, que menciona a los japoneses. En cuatrocientas ochenta y dos cédulas recuperadas en el fichero General de la Real Academia Española, aparece el vocablo macana, relacionado con palabras como manzana, magaña, porra, buscadas y rebuscadas a través de los siglos y situadas en diferentes latitudes. Sólo Leo Wiener se aproxima al afirmar que macana es una palabra española y portuguesa, pero sin aclarar su etimología la compara con maca, macan, maza, cachiporra y clave. Nada que ver. La etimología, la que aseguramos viene de la raíz ma, de origen portugués que significa madre, muy usada por todos los peninsulares en los tiempos del encallamiento de la nao Santa María, relacionada con el vocablo portugués maya, como se le decía a la Virgen, y que con parte del maderamen se construyó el Fuerte de la Navidad. Esta raíz interviene en un sinnúmero de vocablos castellanos para nombrar objetos y lugares de aquellos tiempos. La raíz ma, junto al vocablo cana, de la palma, formaron la palabra macana, que la RAE muy acertada, identifica como arma ofensiva a manera de machete o porra, hecha con madera dura y a veces con filo de pedernal, que utilizaban los indios americanos. Quienes hayan visto una tabla de cana, asegurarán que es la ideal para tal garrote, una de las primeras armas empleadas por los nativos de la Isla Española. Fernando de Colón y Bartolomé de las Casas tuvieron el acierto, aunque es una voz castellana, y que mucho más tarde, los indios de la Nueva España (México), los del Darién, los Incas, los indios del Cauca, los guaraníes del Plata y el resto de América, utilizaron la voz macana, independientemente del material empleado.
Autor. Ivo Basterrechea Sosa.
Autor. Ivo Basterrechea Sosa.
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