Autor. Ivo Basterrechea Sosa.
El guapo habanero
Autor. Ivo Basterrechea Sosa.
La gran mayoría de los Ñáñigos no fueron esclavos.
Ya escribimos en un artículo sobre la llegada del negro curro como prisionero a la Habana, a principio del siglo XVIII. El carabalí corrió con mejor suerte. Los ñáñigos no fueron conocidos por nuestros padres; fue una creación moderna, posterior al gobierno del General Vives, desde cuya fecha se fueron tolerando los tangos de negros criollos, pero difícilmente esa palabra se encontrará en nuestras crónicas de ayer (1). Francisco Dionisio Vives Piñón fue capitán general de la Isla de Cuba, en el período que media entre 1823-1832. La mayoría de los ñáñigos, al igual que los negros curros, no fueron esclavos. Es coincidente que los ñáñigos se dieran a conocer después de 1834, precisamente porque a partir de ese año fue abolida la Inquisición por Real Decreto. Los ñáñigos se desarrollaron fundamentalmente alrededor de los puertos de la Habana y Matanzas, y al igual que los negros curros se asentaron en el barrio del Manglar y en el poblado marino de Regla. ¿Por qué ellos no fueron esclavos al igual que los demás negros?, ¿por qué no se dispersaron hacia otras zonas de la Isla de Cuba?. Lydia Cabrera escribía que un tal Catalino pretende que había más carabalíes libres que negros de otras naciones, «porque eran más trabajadores que los demás y muy unidos». Dato que no concuerda con lo que anota Fredrika Bremer. Nosotros tampoco estamos de acuerdo. La libertad de los carabalíes fue un hecho circunstancial. Ya desde 1832, último año del mandato del General Vives, el Gobierno inglés venía quejándose de la falta de cumplimiento del convenio celebrado con España para impedir el tráfico de esclavos y en 1835 se ajustó un nuevo tratado por el que se concedió a los cruceros de ambas naciones el derecho de detener, visitar y conducir los buques delincuentes a los Tribunales mixtos que se establecieron en la Habana y Sierra Leona. Con este motivo se estacionó en el puerto de la Habana, a pesar de las protestas de Tacón, el pontón Rodney, destinado a servir de depósito de los africanos que declarase libres la Comisión mixta (2). Este pontón representaba el símbolo del abolicionismo inglés, y por eso le quitaba el sueño a las autoridades de la Isla, hasta que en 1845, España se lo compró a Inglaterra. Los carabalíes y otros negros, corrieron con la suerte al ser declarados libres y quedar bajo el control del Gobierno, que los ubicó fundamentalmente en las labores de los puertos de la Habana y Matanzas, respectivamente. En el caso de la Habana, por la cercanía del lugar, se asentaron en el barrio del Manglar y en el puerto ultramarino de Regla.
Autor. Ivo Basterrechea Sosa.
El guapo habanero
Entre las herencias dejadas por España, a nuestra
sociedad está la del guapo habanero. Y no me refiero al buen mozo o a la buena moza, me
refiero al individuo creado y formado en las calles de Sevilla, que con su
andar matonesco y su jerga carcelaria, creó el pánico en los barrios y plazas
de la ciudad desde hace siglos, pero si el guapo andaluz era temido y hasta
respetado por su valor y osadía, ¿se imaginan al guapo habanero con sangre
gitana, descendiente del guapo andaluz, heredero legítimo de la trinidad (así lo llamó Ortiz), el negro curro, el negro brujo y el negro ñáñigo,
que llegaron un día a la Habana y plantaron en el barrio del Manglar? Para comprender
la psicología del guapo, los remito al libro El delincuente español. Hampa.
(Antropología picaresca) por Rafael Salillas. Madrid. 1898, donde nos define el
perfil del guapo pero sobre todo, el andaluz... “El Matonismo. -Matón deriva de
matar. Es un sustantivo de índole despectiva. Por eso llamar matón, como llamar
valentón al que presume de valiente, es una ofensa. Halagándole, se le llama
guapo”. Volviendo a la formación o nacimiento del guapo cubano quiero mostrar
el retrato sobre el negro curro, que publica J. Felix Machuca, sobre la
descripción que hace Cirilo Villaverde en la novela costumbrista Cecilia Valdés,
que se desenvuelve en la Habana colonial de 1830, precisamente en los años en
que se asentó la Potencia Abacuá, en Regla, el Manglar habanero y la ciudad de
Matanzas, “donde los describe como tipos sui generis que vestían pantalones de
campana, camisa blanca con cuello ancho, dientes de perros (se los hacían
afilar al modo carabalí) pañoleta de algodón por la espalda, chanclas, sombrero
de paja montado sobre un zarzal de trenzas de pasas, como las de los actuales
rastas. De las orejas le colgaban lunas menguantes tangadas en oro que, al
toque el más inexperto entendía ordinaria tumbaga. Sus andares eran
cadenciosos, arrastrando mucho el chancletaje y moviendo los brazos hacia
delante y atrás, como ese rico tumbao que tienen los guapos al caminar” y este
mestizaje del que resulta otro individuo quizás más organizado pero temido como los otros, me refiero al
ñáñigo, devenido creador de la Potencia Abacuá, con su argot o jerga propia
pero ya contaminada con la germanía,
jerga o manera de hablar de los gitanos, con la de los negros curros y otros
dialectos netamente africanos. De todo como una esponja agarró el guapo cubano,
transitando por etapas como la de Yarini, el guapo o chulo cubano más
famoso, o al guapo que conocí en los años setenta, y quiero describirlo así.
El guapo actual con un poco de todo lo anterior, lo conocí más pulido, cheche y
chévere, todavía con esa mezcla de guapo y chulo, siempre practicando un tipo de
religión como la santería o Regla de Ocha, Regla Kimbisa, el Palo Mayombe o
cualquier otra religión afrocubana. Sin importar la estatura, ni el color de
piel, los conocí altos y bajos, negros y mulatos, indios (De piel oscura y pelo
lacio) jabao, (persona blanca con el pelo chino o rizo) blancos, estos últimos
con las motas de cabellos por encima de las orejas en rebeldía a las melenas o "espendrun" de la época y los morenos con su corte de cabello al plato, tatuados como las
marcas del tigre, cuando el tatuaje simbolizaba el presidio, todos vestidos de
blanco con gorras del tipo ascot o planas, con gafas de sol o sin ellas, la
sonrisa torcida de medio lado para ostentar su diente de oro y la mandíbula
levantada y ladeada para mirar hacia un lado con los párpados medio caídos. Los
collares que representan un santo, por encima
de la camiseta de cuello circular de un botón o varios botones, por debajo de
la camisa de mangas cortas o largas y pantalones de corte recto contraviniendo
los de campana, también de moda, por encima casi siempre de los botines donde
guardaba la navaja tipo de barbería o la temida sevillana de la que se menciona
poco, o zapatos de corte bajo con tacones al estilo Hollywood, como irreverencia
a los zapatos de plataforma de los Hippies,
una manilla de oro o esclava en una de sus muñecas y el inseparable pañuelo en
una de sus manos, hiciera calor o no, con toda la vestimenta blanca y pulcra
como lo exige la religión a sus iniciados y para hacer ver que es un
juramentado en una de ellas. Y qué decir de su andar cadencioso con un hombro
caído hacia un lado ya sea el derecho o izquierdo, exagerando los movimientos
de los brazos hacia adelante y hacia atrás haciendo gala del rítmico tumbao que
lo diferenciaba del resto de las personas pero sin poder ocultar sus complejos
y mucho menos controlarlos, cuando alguien lo miraba y se reía de su
indumentaria. ¡Pobre de aquel que lo hiciera! Su pago mínimo a tal afrenta, era
recibir una cachetada o un corte de navaja en la cara o en una nalga. Y al
igual que su ascendencia, formado desde niño en las calles y cuando joven, en
el presidio, imponiéndose por su bravuconería, guapería y valentía en los
solares y barrios marginales de la capital hasta el punto de impedir la
presencia policíaca en muchos de estos lugares. Siempre con su concubina o su
querida, una para la casa y otra para la calle. Todo un machista por
excelencia. Enemigo de la sopa, vago habitual dedicado a proteger negocios
turbios, juegos ilícitos y la prostitución, acompañado únicamente de su navaja
y de lo que él creía era su propia jerga el ¿qué bolá asere? A favor de este
tipo de guapo debemos mencionar además de su valentía intrínseca, su
comportamiento social de forma individual. El guapo no es el tipo de andar en
bandas ni pandillas como acostumbran delincuentes matonescos de otras latitudes,
al guapo sólo le basta estar presente en el lugar y momento indicado. Solo él
se basta sin importar morir en el intento. El guapo al cual yo hago referencia
fue un factor antagónico al llamado movimiento hippies, es un tipo reacio a
cambiar las costumbres y mantiene por encima de todo, su gusto por el baile y
la música cubana, la rumba, el guaguancó y la salsa. Su presencia en los plantes,
en los carnavales, los bembé, su disposición a la bebida, al juego y el
desenfreno por las mujeres lo han llevado a dejar plasmado hechos de violencia
teñidos con sangre en cualquier calle de la Habana.
Autor. Ivo Basterrechea Sosa.
Ya escribimos en un artículo sobre la llegada del negro curro como prisionero a la Habana, a principio del siglo XVIII. El carabalí corrió con mejor suerte. Los ñáñigos no fueron conocidos por nuestros padres; fue una creación moderna, posterior al gobierno del General Vives, desde cuya fecha se fueron tolerando los tangos de negros criollos, pero difícilmente esa palabra se encontrará en nuestras crónicas de ayer (1). Francisco Dionisio Vives Piñón fue capitán general de la Isla de Cuba, en el período que media entre 1823-1832. La mayoría de los ñáñigos, al igual que los negros curros, no fueron esclavos. Es coincidente que los ñáñigos se dieran a conocer después de 1834, precisamente porque a partir de ese año fue abolida la Inquisición por Real Decreto. Los ñáñigos se desarrollaron fundamentalmente alrededor de los puertos de la Habana y Matanzas, y al igual que los negros curros se asentaron en el barrio del Manglar y en el poblado marino de Regla. ¿Por qué ellos no fueron esclavos al igual que los demás negros?, ¿por qué no se dispersaron hacia otras zonas de la Isla de Cuba?. Lydia Cabrera escribía que un tal Catalino pretende que había más carabalíes libres que negros de otras naciones, «porque eran más trabajadores que los demás y muy unidos». Dato que no concuerda con lo que anota Fredrika Bremer. Nosotros tampoco estamos de acuerdo. La libertad de los carabalíes fue un hecho circunstancial. Ya desde 1832, último año del mandato del General Vives, el Gobierno inglés venía quejándose de la falta de cumplimiento del convenio celebrado con España para impedir el tráfico de esclavos y en 1835 se ajustó un nuevo tratado por el que se concedió a los cruceros de ambas naciones el derecho de detener, visitar y conducir los buques delincuentes a los Tribunales mixtos que se establecieron en la Habana y Sierra Leona. Con este motivo se estacionó en el puerto de la Habana, a pesar de las protestas de Tacón, el pontón Rodney, destinado a servir de depósito de los africanos que declarase libres la Comisión mixta (2). Este pontón representaba el símbolo del abolicionismo inglés, y por eso le quitaba el sueño a las autoridades de la Isla, hasta que en 1845, España se lo compró a Inglaterra. Los carabalíes y otros negros, corrieron con la suerte al ser declarados libres y quedar bajo el control del Gobierno, que los ubicó fundamentalmente en las labores de los puertos de la Habana y Matanzas, respectivamente. En el caso de la Habana, por la cercanía del lugar, se asentaron en el barrio del Manglar y en el puerto ultramarino de Regla.
(1) Las inquietudes lingüísticas de Antonio Bachiller y Morales. Sergio O. Valdés Bernal. Pág. 117.
(2) Nociones de historia de Cuba. Por el Dr. Vidal Morales y Morales. Habana 1904.Autor. Ivo Basterrechea Sosa.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario