… la herida en el cuello, un pequeño detalle que Máximo Gómez ocultaba con un pañuelo en diferentes fotografías, y que el periodista norteamericano Grover Flint lo pintara en varios bocetos, legitima la narración del español Emilio Revertér Delmás, donde grafica la presencia del generalísimo intentando rescatar el cuerpo de José Martí, y que la prensa oficialista erróneamente replica una y otra vez, lo de la herida al cruzar el general Gómez por un sistema de cercas de la Trocha militar de Júcaro a Morón, el 30 de octubre de 1895 pero, ¿no resulta extraño que seis meses antes, ya se hablaba de la herida en el cuello?”.
El libro publicado en 1896, un año después de la caída de José Martí en Boca de Dos Ríos, antes de ideologizarse el Apóstol, relata de forma sencilla los hechos. Si los españoles reconocieron a Martí que era prácticamente desconocido, seguros estaban, en reconocer a Máximo Gómez fichado por el gobierno español desde mucho antes de comenzar la guerra del 68.
“En medio de la refriega y entre los filibusteros, se destacaba un hombre joven, moreno y extremadamente nervioso, y otro viejo, alto con bigote cano y vestido de negro. Eran los dos jefes de la insurrección cubana: José Martí y Máximo Gómez. El primero, jinete en un magnifico caballo y su diestra armada con un excelente revólver Smith con puño de nácar, corría de un lado para otro arengando a los suyos”. (Significa que Martí no estaba solamente con Ángel de la Guardia).
“A su lado se veía al generalísimo de los filibusteros dictando también disposiciones y dando órdenes. Llevado del ardor del combate o arrastrado quizás por su fogosa cabalgadura, llegó un momento en que el titulado presidente de la república cubana, se puso a tiro del rifle con que el práctico de la columna don Antonio Oliva (cubano) se defendía como un valiente de los ataques del enemigo. Al distinguirle, apuntó cuidadosamente al pecho y disparó con tan certera precisión, que el proyectil fue a herirle en mitad del pecho. El famoso agitador separatista, abrió los brazos, soltó el revólver y cayó del caballo al suelo, inerte y sin vida. Los rebeldes se arremolinaron en derredor del cadáver de Martí para protegerle con sus cuerpos”.
“Nuestras tropas intentaron apoderarse de él, atacando con temerario arrojo al numeroso grupo que lo defendía, pero el enemigo había formado un murallón de carne humana y un círculo de hierro que lo protegía”.
“Máximo Gómez era uno de los que con mayor ahínco lo defendía del tenaz empeño de nuestros soldados. La lucha se entabló cuerpo a cuerpo y todo el interés de los combatientes se había concentrado y había quedado reducido a un mismo deseo: el de retirar el cadáver de su jefe civil, por parte de los separatistas, y el de apoderarse de su cuerpo, por parte de nuestras tropas”.
“Hubo un momento en que los nuestros llegaron junto al mismo cadáver. Uno de nuestros valientes soldados iba ya a hacer presa en él, cuando un machetazo del generalísimo que no se separaba del cadáver ni lo había abandonado un solo momento, le cercenó la mano”.
“Sonó un disparo y se vio al generalísimo Gómez herido en el cuello, caer del caballo que montaba. La confusión fue entonces espantosa en las filas enemigas. Todos los insurrectos se reconcentraron hacia el punto donde había caído su jefe herido, para defenderlo y librarle de caer en poder de nuestras tropas”. Continuará…/
Fuente:
1. Reseña histórica de la insurrección cubana en 1895. Emilio Revertér Delmás. Barcelona. 1896. Págs. 326, 327 y 328.