En Duaba. ¿Y qué de los marineros? El propósito de éstos era ir a Baracoa y presentarse al Cónsul inglés como náufragos de una goleta inglesa. Después para salvarse, les dirían a las autoridades españolas que nosotros los habíamos obligado a ir a Cuba. Los militares españoles les encontrarían encima los 300 pesos en águilas (así también les decían a los dólares en ese tiempo). Se preparaban a poner en ejecución su plan cuando el general Antonio Maceo los detuvo. Este hecho insignificante había de producir, empero, una verdadera catástrofe. En frente de la casa a la izquierda del lugar en que acampamos había una cerca y detrás de la misma se pararon los tres marineros y algunos de mis compañeros. Salió de la casa el general Antonio Maceo con su rifle y le dijo al coronel Patricio Corona (mecánico).
––Tome usted este rifle y póngalo en buenas condiciones.
El coronel le aseguró al general que se encontraba muy enfermo y, por consiguiente, no podía arreglar esa arma, el general insistió en sus propósitos, el coronel Patricio Corona cogió el rifle y, en vez de poner el cañón en la dirección del suelo en una posición casi vertical, puso el rifle en dirección del grupo de hombres situados detrás de la cerca, de repente se escuchó una descarga y vi al capitán de la goleta caer como una piedra en el suelo. ¡Estaba muerto! La bala había entrado en su frente y sus sesos estaban regados en todas las direcciones. ¡Que desgracia! Este hombre que había arriesgado su vida para traernos a Cuba ya estaba en otro mundo. El general Antonio Maceo mandó al general Crombet que enterrara el cadáver del capitán en la playa y así se verificó, asistiendo al acto sus dos compañeros que a la vez que derramaban lágrimas me decían en inglés:
––¡Fue casual!
Antes de enterrar el cadáver del desventurado patrón del “Honor”, el general Maceo sacó del bolsillo del occiso el dinero, unos 100 pesos en monedas de oro, y se las entregó a sus compañeros diciéndoles:
––Denle ese dinero a su familia.
Entonces regresamos a la casa y el general Antonio Maceo puso en libertad a los marineros. Continuará…/
Fuente.
1.- Revista Martiana del Museo de Santiago de Cuba. Habana. Año 1922. Pág. 12.