Autor. Ivo Basterrechea Sosa.
Barrio de Campeche en la Habana. (Mancha negra)
La presencia documentada de yucatecos y
campechanos en la Habana, data desde 1564
donde, se conocía el barrio de
Campeche, que comprendía desde la Merced hasta Paula y se componía de chozas
con miserables conucos y labranzas, y era habitado por indios que venían de
Campeche y fueron reducidos a policía en 1575, dándoseles un protector, que lo
fue Diego Díaz (1), y desde 1763 hasta el comienzo del siglo XIX, mantuvo
dividida la Habana en dos mitades: El barrio de la Punta o Catedral y el barrio
de Campeche donde se erigió una iglesia dirigida desde Yucatán en honor a la
apreciada virgen de Guadalupe, nombre con la que se conoció la vía más
importante que conectaba la ciudad con el campo, la calzada de Monte y donde al
igual que los guajiros, fueron desplazados con sus estancias y hortalizas al
otro lado de la muralla hacia el barrio de Guadalupe y a la ciudad de Guanabacoa, población de Indios naturales,
descendientes de los antiguos de esa Isla, los cuales están tan pobres con la
mala vecindad que les han hecho y hacen los vecinos de la Habana, que como
poderosos se han entrado en el término de dicha Villa con la mano que han
tenido en el Cabildo, el cual les ha encomendado las tierras de los Indios para
hacer Ingenios y Estancias por una y otra parte de dicha Villa, de tal manera
que casi no les han dejado á los Indios camino para salir de ella, ni montes
para cortar leña, ni tierra para poder hacer ollas ni cántaros, que es su
ejercicio ordinario con que se están sosteniendo: por no tener caudal con que
poder acudir á sus pleitos (2) y el historiador Feliz Arrate los
identificara como que no eran estos
indios originarios de la Isla, sino traídos de la provincia de Campeche, los
que dejaron perpetuado este nombre al barrio destinado para sus casas y
siembras, y este se hace muy verosímil, porque á no ser distintos de nuestros
isleños, era regular haberlos puesto en Guanabacoa, como se practicaba con los
pocos que vagaban por las haciendas del distrito (3). En1586,
se reciben refuerzos de Méjico y del
interior de la isla. Se empieza a organizar el vecindario en compañías de
voluntarios armados, habiéndose la
población lamentado algún tanto con el abastecimiento de las flotas, algunos
tratos con ellas, y el hospedaje de sus pasajeros (4). En 1599, se
funda la capilla de la Santa Veracruz donde se levantaron después la iglesia y
el convento de San Agustín (5). En el mes de mayo de 1761, llegan de Veracruz
con caudales y algunos presidiarios destinados a las obras de fortificación
exterior que se proyectaban para la Habana (6). En 1763, mientras tanto el
mariscal de campo don Alejandro O'Reilly, como sub-inspector de las tropas y
segundo cabo de la isla, cargo recién creado entonces, reorganizó el regimiento fijo de la Habana... llegado á
posesionarse de la plaza, muchos reclutas que recibió después de España y
Canarias, y varios piquetes enviados de Méjico y Costa Firme (7). Nunca
sabremos en realidad cuantos mexicanos poblaron la Isla y fundamentalmente la
Habana en tiempos de la colonia porque en
los censos españoles se incurrió en la vulgaridad de incluir en el epígrafe
habitantes blancos á los chinos y yucatecos (8). Pero la presencia de los
yucatecos o campechanos y sus descendientes tuvo que ser considerable porque la
tortilla de maíz en México y Mesoamérica era tan importante, trascendiendo su
consumo en muchos casos hasta la actualidad. En acta del cabildo, de 18 de Enero de 1557, se dice lo siguiente: Otro
sí: Porque muchas negras y otras personas andan por las calles vendiendo
longanizas y buñuelos y maíz molido, sin postura de diputado y en lo que venden
no se les ha puesto precio, de cuya causa se recibe perjuicio, y asimismo
venden pasteles y tortillas de maíz y de catibías (9) y en Cabildo de 23 de
Septiembre de 1588 consta que la Villa había sufrido un fuerte huracán y se
trató lo siguiente entre otras cosas, las
tortillas de maíz se vendían, en Octubre, a razón de diez onzas cada una, y así
se mandó en Cabildo de 1.° que se vendiese a tres por un real, y que cuando se
diesen dos, tuvieran quince onzas (10). Y según Juan Ignacio de Armas, no tenían pan, vino ni carne muchas vezes; i
dieron el primer nombre al que a imitación del de Europa enseñaron a hacer a
los indios con yuca rallada, quitando a ésta su zumo nocivo; o al que amasaban
con maíz. El primero se llamó después casabe; i el segundo tortillas, que aún
prevalece en Méjico, i que no tiene nada que hacer con las verdaderas tortillas
castellanas, hechas con huevo (11).
Aprovechamos para destacar cuando observamos con detenimiento las láminas o
dibujos de nuestros aborígenes notamos la poca o ninguna diferencia entre el
burén taíno y el comal mexicano, un enorme plato de barro, piedra o madera
donde cocinaban el cazabe los primeros y las tortillas de maíz los segundos,
estableciéndose un estanco a las mismas que duró hasta 1803 (12). ¿Qué tiene
que ver la sambumbia con los mexicanos o yucatecos? Que de la sambumbia surgió
la frucanga, según Arboleya. Qué la sambumbia en esa época era una bebida
elaborada con miel de caña y agua diferenciándose de la frucanga porque se le
agregaba ají guaguao (13) y agregamos, con tal picante los únicos que podían
tomarla en abundancia eran ellos, los yucatecos. Esto explica la existencia en
México del chile habanero donde todos se preguntan el por qué de ese nombre
donde los habaneros no son adictos al picante exceptuando raras
individualidades. Y qué decir del ajiaco, ese alimento derivado de la olla
española y convertido en el guiso más criollo de la Isla de Cuba, acompañado de
cazabe y nunca de pan, según Pichardo tenía entre los ingredientes, un caldo cargado de sumo de limón y agi
picante, de donde toma su nombre, por lo que se sobrentiende, la mayoría de
los consumidores eran yucatecos y descendientes (14), pero también los viajeros
voluntarios e involuntarios dejaban sus huellas en la música de la Isla de Cuba
como el jarabe importado por los presidiarios de Méjico (15). Lo mismo sucedió dos años después en 1763 con el estanco de gallo que
se jugaba tanto que se puso un impuesto a los arrendadores de las vallas,
nombre del lugar donde llevan a lidiar estas aves. Las patrullas y las rondas las manejaban los
alcaldes y regidores, á quienes faltaba el tiempo para oponerse á las riñas y
pendencias colectivas de los unos con los otros. El barrio de Campeche (Belén)
se peleaba con el de la Legía (Santo Cristo): el del Cangrejo (el Ángel) se las
había con los Doce Pares de Francia (el Monserrate) nada menos; la Palma (San
Agustín), las Llagas (San Francisco) y la Estrella (Santo Domingo) eran menos
belicosos en cuadrilla, pero más pecadores en cuanto á profesiones, pues por
allí se ejercitaba el comercio en que se empezó a usar el palo de Campeche con
agua para aumentar el vino (16). Agregamos que quizá de ahí nos llegó la
frase: “El palo de Campeche no echa humo pero echa leche”. Hasta el mismo año de 1800 no había un almanaque propio en la isla de
Cuba: se usaba el de Mégico y sin la menor alteración en las afecciones
astronómicas: también la Aurora se propuso remediar este absurdo y censuró el
publicado para 1801 (17). Toda esta población yucateca fue mermando a
partir de la independencia de México por los años veinte cuando muchas familias
volvieron a su lugar de origen y pasando el tiempo se entremezclaban con la
población y eran considerados blancos. Y
ya México liberado del dominio español se interesa por colaborar con los
insurrectos de la Habana, fundándose en la capital azteca “la
Legión del Águila Negra, por el padre betlemita habanero llamado Chaves”. Hasta
se comentó por alguien una posible anexión de la Isla con el hermano país
azteca (18). La presencia yucateca no volvió a sentir su
importancia hasta marzo de 1849 cuando se exportó a Cuba la primera partida de
140 prisioneros, enviados como colonos. ¿Acaso con
todos estos elementos no fuimos los cubanos influenciados por campechanos y
yucatecos? ¿quiénes podrán negar que por nuestras venas corre sangre mexicana?
¿qué sus costumbres y vicios pudieron influir en nosotros? Y no estamos
incluyendo las partidas de colonos yucatecos que luego fueron enviadas a la
Habana, tratándolos como esclavos. La influencia de esta raza en nuestra
identidad no se puede negar.
Bibliografía.
(1) Lo que fuimos y lo que somos o la Habana antigua y
moderna. José María de la Torre. La Habana 1857. Nota situada en la Pág. 48.
(2) Historia de la Villa de Guanabacoa. Félix Vidal
y Cirera. Pág. 111.
(3) Los tres primeros historiadores de la Isla de
Cuba. D. José Martín Félix de Arrate. Tomo I. Habana, 1876. Pág. 66.
(4) Diccionario geográfico, estadístico, histórico,
de la Isla de Cuba. Jacobo de la Pezuela. Tomo tercero. Madrid 1863. Pág. 22.
(5) Diccionario geográfico, estadístico, histórico,
de la Isla de Cuba. Jacobo de la Pezuela. Tomo tercero. Madrid 1863. Pág. 23.
(6) Diccionario
geográfico, estadístico, histórico, de la Isla de Cuba. Jacobo de la Pezuela. Tomo tercero. Madrid 1863. Pág. 26.
(7) Diccionario geográfico, estadístico, histórico,
de la Isla de Cuba. Jacobo de la Pezuela. Tomo tercero. Madrid 1863. Pág. 51.
(8) Los negros brujos. Fernando Ortiz. Madrid. 1906.
Pág. 24.
(9) El curioso americano. No. 7 Habana. Marzo 1o de
1893 Año I. Pág. 64.
(10) Lo que fuimos y lo que somos o la Habana
antigua y moderna. José María de la Torre. Pág. 164.
(11) Orígenes del lenguaje criollo. Juan Ignacio de
Armas. Habana, 1882. Pág. 36.
(12) Lo que fuimos y lo que somos o la Habana
antigua y moderna. José María de la Torre. Pág. 166.
(13) Diccionario Provincial de voces cubanas.
Esteban Pichardo. Edición 1862.
(14) Diccionario Provincial de voces cubanas.
Esteban Pichardo. Edición 1862.
(15) Lo que fuimos y lo que somos o la Habana antigua y
moderna. José María de la Torre. Pág. 115.
(16)
Diccionario geográfico,
estadístico, histórico, de la Isla de Cuba. Jacobo de la Pezauela. Tomo tercero.
Pág. 378.
(17) Ogaño y antaño. Tipos y costumbres. Antonio
Bachiller y Morales. Pág. 31.
(18) Apuntes
para la historia de las letras y de la instrucción pública de la Isla de Cuba.
Antonio Bachiller y Morales. Pág. 180.