Hasta hace poco la criminal Revolución cubana, nos hizo creer que los atacantes a los cuarteles Moncada y Bayamo, habían luchado contra fantasmas, pero ya esos fantasmas tienen rostros, eran jóvenes cubanos de carne y hueso, con nombres y apellidos, asesinados muchos de ellos con armas blancas para evitar el ruido y seguir matando a mansalva al resto de la tropa. En el polígono del Moncada estaban los féretros envueltos en banderas cubanas, rodeados por las tropas que emocionada escuchó las notas del himno del 4 de septiembre. El capitán ayudante Águila Gil dio lectura al párrafo de Orden del Decreto Presidencial que ascendía al grado inmediato superior a todos los caídos, incluyendo a los miembros del cuerpo de la Policía. Se les otorgó además la Medalla del Mérito Militar del Distintivo Rojo al Valor*. Terminada la lectura, las salvas de artillería rendían honores a los héroes, y el general Martín Díaz imponía a cada sarcófago esa condecoración, prendida a la bandera cubana. El sargento de la Policía Suárez Camejo, muerto en Bayamo, también fue enterrado en Santiago de Cuba. Allí, además de las autoridades, la oficialidad y las tropas, estaban los familiares de los diecisiete militares asesinados. Un batallón con la Banda de Música de la Policía Nacional de La Habana, rendía honores durante el trayecto, y en el acto de inhumación en el panteón de la Fuerzas Armadas. El general Díaz Tamayo declaró emocionado: “Como cubano y militar siento profundamente hechos como este, que derraman sangre cubana”. La pregunta que se impone, ¿existirán los restos de esos militares? Nos imaginamos que, si la identidad de esos cubanos fue casi borrada de la historia, allí ni en ninguna otra parte queden rastros de ellos.
* Por supuesto esas medallas dejaron de existir desde 1959.
Referencia: Diario de la Marina, 28 de julio de 1953.