Hoy se cumplen 127 años de la caída del más universal de los cubanos y como vemos aún en este período de tiempo, “los cubanos no conocemos a Martí. Nos vendieron a un superhombre, a un Cristo insular que amó a una isla donde sufrió el breve tiempo en que la vivió. Nos armaron un ícono que nos hace sentir tan pequeños, que en secreto lo odiamos un poco, porque sabemos que nunca podremos estar a su altura”.
“Lo han vendido como un hombre tan perfecto que las imperfecciones que se han cometido en su nombre nos llegan a parecer hasta simpáticas. José Martí ha sido, durante los últimos sesenta años, un dios de yeso en cuyo nombre e ideas se han impuesto, sin rechistar, todos los intentos para ahogar y destruir nuestras libertades” (1).
Versión de las versiones sobre la muerte de José Martí, por José Miró Argenter. (Final)
Aunque nada hay ya que tenga interés después de la sorpresa de la catástrofe, es conveniente señalar estos últimos pormenores para que la verdad histórica no sea jamás adulterada. El lugar del desastre se llama Dos Ríos por una razón de fácil inteligencia, y la gran desgracia acaeció a la una de la tarde del 19 de mayo de 1895; era domingo.
Así, tal como queda narrado, entre episodios festivos y episodios bélicos, cayó para siempre el egregio cantor de la libertad, entre las flores de la montaña, el panorama de la naturaleza y el rumor del manantial, emblemas de su vida soñadora. Buscó él mismo la muerte (no cabe otra deducción dentro de la lógica humana), solicitado por la grandiosidad de su destino que le ofrecía aquella ocasión de alcanzar la inmortalidad, la primera que le brindaba la fortuna, creyendo que él acaso no iba a presentarle ninguna otra más propicia ni más memorable.
Fuente.
1.- “José Martí, ese desconocido”. Publicado en ADN Cuba, por Ramón Fernández Larrea. 19 Mayo del 2020.
2.- Cuba crónicas de la guerra. José Miró. Tomo I. Segunda Edición. La Habana 1942. Pág. 30.