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Autor. Ivo Basterrechea Sosa.
¡Ñeque, que se
vaya el ñeque!
¡Güije, que se
vaya el güije!
Enanos de
ombligo enorme
pueblan las
aguas inquietas;
sus cortas
piernas, torcidas;
sus largas
orejas, rectas.
La balada del güije.
Nicolás Guillén.
En
mi pueblo cuando éramos niños no salíamos del río Vicana, siempre pescando o bañándonos,
pero alertas por si encontrábamos al jigüe, con j, para gritarle: ¡Jigüe te vi primero! y así el fantasma que
también teníamos como moringo,
desaparecía. Lo contrario, si te veía primero se llevaba a uno con él. Por
suerte nunca vi al duende que lo imaginábamos de distintas formas. No hace
mucho, para incluirlo en una de mis novelas lo describí, así: ve salir entre la yerba de paraná, a un
negrito de ruinosa figura, cabezón de orejas rectas, cabellos grifos y
aleznados del que cuelgan el limo y el cieno, y algunas que otras tiras de
algas enredadas sobre los ojos de nubes hinchadas, la boca grande que al reír
enseña el garguero aprisionado por los dientes blancos a modo de barrotes, un
ombligo como pezón en la enorme barriga que cae en parte, sobre las piernas
cortas como troncos de árboles torcidos. Ahora, ¿desde cuándo se habla del
espíritu fantástico? Lo encontramos como Jigüe, en Pichardo desde 1836, después
de aclararnos que era epiceno, se refería a los negritos brujos que algunas personas vulgares de Bayamo dicen suelen
aparecerse en su río. También hacía referencia al nombre de un árbol. Ya
para la próxima edición de 1849, registra la palabra güije, pero invita a ver
el otro vocablo, donde ya no solo es un negrito africano ni solamente bayamés,
sino un enano o pequeñísimo indio que el
vulgo cubano decía salir de las aguas, ríos o lagunas, color casi moreno y con
muchos cabellos, enamorado y juguetón. Mantiene el concepto en lo de Bayamo
pero desnudando al negrito brujo. Y agrega, en el Departamento central dicen
güije. Fácil es equivocarse, quedando luego autorizada la trasposición de las
letras, como sucede en Bagazo y Gabazo, pero el vocablo Jigüe puede confundir
su significación con otra vegetal, no así güije. Y que jigüe es el árbol
llamado jagüey, manteniéndolo hasta la edición de 1875. Constantino Suárez, en 1921, apoyado en Pichardo, lo relata
como güije.
Corrupción, por metátesis, de jigüe. Véase. Jigüe.
La tradición de supersticiones populares ha dado este nombre a un fantasma que,
al parecer, se presentaba en forma y figura de indio enano, con cabellos
largos, que surgía de las aguas de algunos ríos. Aún hay gente en la comarca
oriental que relatan sucesos de jigües. Como cosas reales. (Et.Voz caribe,
Zayas). Don
Fernando Ortiz, en su Glosario de afronegrismos copia lo mismo que Suárez, pero
en su Catauro de cubanismos, antaño a los negritos le decían “Parece un jigüe”,
lo que le dio pie para dar con el duende en la selva africana, y confirmar su
teoría de negrito de raza, basándose en la persistencia folklórica del negrismo
del jigüe en Bayamo y las Villas, concluyendo que Jiwe, o sea jigüe, se dice al “mono” en lenguaje del Cameron o de los
negros calabares (Johuston, 703) y sabido es que “mono”, “diablo” y “duende”
han cambiado sus nombres en África. Entonces tenemos que el gnomo cedió su
nombre de jigüe al árbol para luego
llamarse güije como quizás lo hacían
en la región central y perece que en la occidental.
Nota: En mi opinión la palabra ñeque, no es un vocablo ñáñigo, como cubanismo, dícese en algunos lugares a la persona que tiene mala sombra al decir del pueblo, o que es anuncio de desgracia: “Pedro no tiene amigos porque está acreditado de ñeque”. Como un americanismo, al individuo que se tiene por valiente y es provocador; perdonavidas, como se dice en España: “Horacio se tiene por ñeque”. Así lo definía Suárez en su Vocabulario de cubanismos, en 1921, pero antes en 1917, lo hizo Ortiz, en su libro Los negros brujos, dándole un carácter africano, aclarando que lo hacía a título de hipótesis.