Resumen, de un resumen del Diario de la Marina (D de la M), el 5 de agosto de 1953. A las 6.30 a.m, el monseñor Enrique Pérez Serantes sale del Arzobispado en un “jeep” chapa (placa) 16037, junto al chofer. Sentados detrás, un dirigente católico y los reporteros del D de la M. Tomaron rumbo a la Playa Siboney, sin escolta militar. Horas antes un avión militar a baja altura distribuía volantes anunciando la visita del prelado y a pesar de ello, fue tiroteado por los fugitivos, sin riposta de los militares por tal de cumplir el compromiso del coronel Chaviano, hecho que justifica, lo dicho por José Suárez Núñez, “las historias posteriores de que un oficial le perdonó la vida al reconocerlo, porque su religión le prohibía matar, son producto de la imaginación calenturienta de algunos novelistas cubanos de esquina (1)”. Un campesino indica donde hay un grupo de fugitivos. El monseñor baja del “jeep”, camina mirando a los lados, alrededor de las 8.00 a.m, un poco alejados de la curva, se divisan unos hombres que en fila india y guiados por un campesino se dirigen hacia el borde de la carretera. El “jeep” da la vuelta, mientras el monseñor va hacia ellos, suena un disparo de rifle y luego dos más. Por la carretera en dirección contraria a Santiago, un soldado, rifle en mano se acerca. Otro más sale de las malezas y da a los jóvenes órdenes categóricas de detención: ¡Todos manos arriba!¡Qué nadie se mueva! Serantes se dirige a los soldados: Soy el arzobispo de Santiago de Cuba. Estos muchachos se entregan y estoy respaldado por vuestro coronel, que me ha dado todas las facilidades para esta gestión de paz, de reconciliación de hermano”. “La vida de estos hombres, Padre está garantizada, pero no se puede fiar de ellos. Estos mismos quisieron matarnos a todos, a traición, en emboscada”. “Lo siento padre, pero tengo que hacer entrega de ellos a mi jefe, que está en las lomas, donde se han entregado tres más. Hable usted con él cuando regrese”. El prelado envía a los reporteros por el coronel Chaviano, y quien recibe la noticia es el propio comandante Pérez Chaumont, y de regreso hay tres jóvenes más que se han entregado al ejército, entre ellos Fidel Castro. La caravana va rumbo a Santiago, delante el “jeep” del comandante Pérez Choumont, sigue un carro abierto con fuerzas del ejército, y en el centro, sentados, los ocho detenidos. Detrás, el “jeep” del monseñor Serantes. Son las 10 y 45 a.m. En el mismo vivac, el comandante Pérez Chaumont saluda y despide al arzobispo Enrique Pérez Serantes, y dirigiéndose a la prensa: “Pueden dar la noticia de que entre los detenidos está Fidel Castro”. Era el sábado 1 de agosto de 1953.
Bibliografía:
1.- El gran culpable. ¿Cómo 12 guerrilleros aniquilaron a 45 000 soldados? José Suárez Núñez. Caracas. 1963. Pág. 15
Referencia: Primera página del Diario de la Marina correspondiente al 5 de agosto de 1953.