viernes, 10 de junio de 2022
Versión de las versiones sobre la muerte de José Martí, por José Miró Argenter. (Parte I)
jueves, 19 de mayo de 2022
Otra versión cubana de la primera versión española sobre la muerte de José Martí. (Final)
La otra versión de Máximo Gómez, sobre la muerte de José Martí. (Parte I)
La primera versión, tal parece que era de carácter internacional por haberla dado al periódico el Heraldo de Nueva York, ésta debió pensarla para consumo nacional, para los cubanos, así quedó en su Diario de Campaña.
El día 19 de mayo de 1895, a la Vuelta Grande, en donde encuentro al general Bartolo Masó con más de 300 jinetes ––y Martí y mis ayudantes. Pasamos un rato de verdadero entusiasmo. Se arengó a la tropa y Martí habló con verdadero ardor y espíritu guerrero, ignorando que el enemigo venía marchando por mi rastro y que la desgracia preparaba a nosotros y para Martí, la más grande desgracia. Jamás me he visto en lance más comprometido–– pues en la primera arremetida se barrió la vanguardia enemiga, pero enseguida se aflojó, y desde luego el enemigo se hizo firme con un fuego nutridísimo. Cuando supe eso, avancé solo hasta donde pudiera verlo. Esta pérdida sensible del amigo, del compañero y del patriota, la flojera y poco brío de la gente, todo eso abrumó mi espíritu a tal termino, que dejando algunos tiradores sobre un enemigo que ya de seguro no podía derrotar, me retiré con el alma entristecida. ¡Qué guerra esta! Pensaba yo por la noche, que, al lado de un instante de ligero placer, aparece otro de amarguísimo dolor. ¡Ya nos falta el mejor de los compañeros y el alma podemos decir del levantamiento!...
Cuando Martí cayó, me había abandonado y se encontraba solo, con un niño que jamás se había batido, Miguel (sic) de la Guardia. (Se refiere a Ángel de la Guardia que no era tan niño, tenía 20 años). Y esto no obstante que cuando ya íbamos a enfrentarnos con el enemigo, le ordené que se quedase detrás, pero no quiso obedecer mi orden y no pudiendo yo hacer otra cosa, que marchar adelante para arrastrar a la gente, no pude ocuparme más de Martí. A poco me encuentro casi solo, a 50 varas del enemigo por nuestro flanco izquierdo, y dirigiéndome al centro encuentro a Guardia que se retiraba con su caballo herido (el de Martí) y me da la triste noticia de Martí muerto o herido. Continuará…/
Fuente.
1.- Diario de campaña del Mayor General Máximo Gómez. La Habana. Ceiba del Agua. 1940. Págs. 335 - 336.
El efecto Fernandina.
Así eran los titulares de la prensa en aquella época, desde el mismo 12 de enero de 1895 hasta finales de dicho mes. The Sun. “Incautación de Lagonda”. Fernandina, Fla. Ene.13. –– N. BORDEN, el vicecónsul británico en este lugar, quien fletó al Señor Mantell el yate a vapor Lagonda. The New York Time. “El Lagonda sigue detenido”. Se han sustraído de la bahía del vecindario, tres cajas de armas del yate sospechoso. El New York Herald. “En una expedición de filibusteros”. Funcionarios del Departamento del Tesoro al acecho del Lagonda y Amadís. Savannah Morning News. “Fin del miedo al filibustero”. Los funcionarios aún no han encontrado rastros de José Mantell y su amigo Mirandi. The World. “Lagonda fue registrado”. Aduaneros lo abordan en Fernandina y buscan armas. Veinte cajas sospechosas han sido encontradas. The Charleston News & Courier. “Una expedición cubana”. Fernandina se encuentra en estado de conmoción por la llegada de una embarcación sospechosa a ese puerto. The Florida Times Union. Jacksonville, Fla. “El lío de Fernandina”. Últimos acontecimientos en el asunto de la incautación de yates. El Baracoa llega puntualmente. Y es registrado a fondo por los oficiales de aduanas.
Así estaban las cosas entre la prensa de la época. Algunos periódicos mostraron dibujos de Martí, y de cada uno de los barcos involucrados en este hecho. Otros destacaban la cacería de los oficiales del Departamento del Tesoro en la búsqueda de José Mantell, quizás Enrique Loynaz tenía razón de que el primero fuera el seudónimo de Manuel Mantilla, el hijo de Carmen, por la ingeniosa combinación fonética de la palabra mantel con mantilla. O ninguno de los dos seudónimos correspondía a Martí porque el otro Mirandi o Miranda, correspondía al coronel Patricio Corona*, (el que más tarde de un tiro “escapado” mató al patrón de la goleta “Honor” en la que desembarcó bajo el mando de Antonio Maceo y Flor Crombet). Sea uno u otro, el plan fue genialmente concebido. Visto así no da la dimensión de lo que se hizo. Un hombre enfermo, que, con los zapatos desfondados en la nieve, movía miles y miles de dólares en la renta de barcos y en la compra de armas, burlando los cuerpos de inteligencia de dos potencias, prácticamente con dos ayudantes. Que, con pluma y papel mediante un correo ordinario, y su verbo, puso de acuerdo a dos generaciones de cubanos para iniciar la guerra de independencia. El coronel Collazo definía a Martí, como, “la única persona que representaba la Revolución naciente; los demás eran instrumentos que el movía; Benjamín Guerra era la caja; Gonzalo de Quesada era parte de su cerebro y de su corazón; pero en realidad era su discípulo. Martí lo era todo, y ese fue su error, pues por más que se multiplicaba era imposible que lo hiciera todo el solo”. Hasta después del fracaso no dejó de ser un plan genial, porque la inmediatez de la prensa exacerbó el ánimo de un exilio fatigado, que con fervor revolucionario engrosó las filas del Ejército Libertador.
Fuente.
1.- Periódicos de la época.
2.- El Libro Cuba independiente. Enrique Collazo. Habana. 1900. Pág. 52
(*).- El plan de Fernandina y los espías del diablo. Nydia Saravia. Anuario del centro de estudios 5/1982. Pág. 205.
El plan de Fernandina de José Martí.
Y llegó Fernandina. ¿Qué era Fernandina? Un pueblo en el mismo límite entre los estados de Georgia y el de la Florida, en el litoral este de los Estados Unidos, su nombre honraba al rey Fernando VII. El plan de José Martí, desde octubre de 1894 hasta el día 12 de enero de 1895, debió su nombre a este puerto donde se habían fletado los dos veloces yates Lagonda y Amadís a N. B. Borden, vicecónsul inglés y español, comerciante y embarcador de maderas.
Tres expediciones para comenzar la guerra de independencia, tres barcos, el vapor Lagonda, yate, propiedad del reverendo William L. Moore, de Nueva York, con aparejo de goleta, casco de madera, 139 pies de eslora, y 120 toneladas de desplazamiento, y era mandado por el capitán Griffing, en el que zarparían hacia Cuba Antonio Maceo y Flor Crombet. El vapor Amadís —yate, propiedad de George H. Kimball, de Cleveland, Ohio, construido en 1893 de 100 pies de eslora, 85 toneladas de desplazamiento, 11 nudos de velocidad, y que estaba bajo el mando del capitán David Weed, el que ocuparían los mayores generales Carlos Roloff y Serafín Sánchez. Y el vapor de carga Baracoa propiedad de Harloff y Boe, de Bergen, con casco de hierro, 380 toneladas de desplazamiento y bandera noruega, dedicado al transporte de frutas y bajo el mando del capitán Salmón Clauser, en el que viajarían Martí, Gómez, el coronel Mayía Rodríguez y el comandante Enrique Collazo. Un Mr. D. E. Mantell, el seudónimo de Martí en esos momentos, (Loynaz dice que era el de Manuel Mantilla*), quien lo organizara y lo dirigiera todo. Una indiscreción del coronel Fernando López de Queralta. Un espía (Lico) Manuel Cardet Grave de Peralta, teniente del Cuerpo de Guerrillas en el poblado de Jamaica, en Guantánamo, por quienes se perderían unos 300 rifles Winchester, 300 fusiles Remington de repetición, 100 revólveres Colt, municiones, centenares de machetes Collins, cantinas, cinturones, hules, frazadas y gorras. El 12 enero de 1895, el puerto de Fernandina era un hervidero de agentes federales, de policías, y espías. El dinero ahorrado con grandes sacrificios por los obreros tabaqueros del Cayo, Tampa, Ocala, Nueva York, Filadelfia, etcétera, se había ido a bolina. El caso de Fernandina era considerado un delito federal. En la casa del doctor Ramón L. Miranda vivió Martí escondido la mayor parte del tiempo hasta el 30 de enero de 1895, su salida para Haití, pues evitaba la vigilancia y persecución de los espías y de la policía al servicio de España y de los Estados Unidos. Martí y Gonzalo de Quesada ocuparon un carruaje cerrado que, situado en la acera de la casa, les esperaba, y con las debidas precauciones no se detuvieron en ningún lado y ambos se dirigieron al muelle donde estaba atracado el vapor Athos, de la línea Atlas, hacia Cabo Haitiano, a fin de reunirse con el general Máximo Gómez. El fracaso del Plan de Fernandina lo dejó sin otra opción.
Fuente:
1.- El plan de Fernandina y los espías del diablo. Nydia Saravia. Anuario del centro de estudios 5/1982.
2.- El Libro Cuba independiente. Por Enrique Collazo. Habana. 1900.
(*) Memorias de la guerra. Enrique Loynaz del Castillo. Editorial de Ciencias Sociales. La Habana 1989. (Manuel Mantilla era el hijo de Carmen, hermano de la hija de José Martí, quien tuvo una participación destacada en dicho plan).
El intento de asesinato a José Martí. Final.
Los hechos del atentado sucedieron en la fonda de la “casa del humilde tabaquero negro Ruperto Pedroso, en Tampa donde Martí se hospedaba, cuando visitaba esa localidad en viaje de propaganda revolucionaria” (1). Paulina Pedroso llevaba el apellido de casada, pero sus apellidos de soltera eran Hernández Hernández. Nació esclava, el 10 de abril de 1855, dos años después que Martí, en Consolación del Sur, Pinar del Río. Sus padres eran esclavos y pudieron comprar su libertad. Ella pudo viajar a Tampa donde conoció a su esposo. La casa de los Pedroso se convirtió en un refugio y siempre que el Maestro se hospedaba, en la parte exterior de la casa ondeaba la bandera cubana, y por las noches los cubanos formaban grupos afuera para protegerlo, mientras él permanecía escribiendo en la habitación hasta a altas horas de la noche. La casa de Pedroso estuvo situada donde hoy en día radica un parque en el condado de Hillsborough, en la intersección de East 8th Avenue y North 13th Street.
El modus operandi del atentado a Martí, posee cierta similitud al sufrido por el general Vicente García González, en Río Chico, Venezuela, según la versión de su hija, asesinado por un español que le proporcionó vidrio molido en una comida, el 4 de marzo de 1886.
Hasta los Papas empinaban el Mariani, una bebida que contenía vino de Burdeos y extractos de la hoja de coca, creada en 1863 por Ángelo Mariani (inspirado por el “elixir de coca Lorini” creado en 1860), quien la promovía atribuyéndole una gran cantidad de propiedades terapéuticas. La bebida gozó de gran popularidad entre artistas e intelectuales europeos de la época. Algunos afirman que los Papas Pío X y León XIII fueron especialmente entusiastas del tónico. La mezcla de alcohol etílico y cocaína que contenía la bebida producía un efecto estimulador del sistema nervioso central similar al de la cocaína sola, pero que se veía potenciado por la generación en el hígado de un tercer compuesto llamado etilencoca, producto de la reacción entre un metabólico de la cocaína y el etanol (2).
Fuente:
1.- Revista Bohemia. Año 44. No. 10. La Habana, 9 de marzo de 1952.
2.- Traducción de la página 553. The Illustrated London News, del 30 de abril de 1892.
3.- Paulina Hernández: la consolareña que cuidó a Martí. Por Teresa Fernández Soneira. Convivencia. No.74. Año XIII, marzo - abril del 2020. Págs. 22 - 27
El intento de asesinato a José Martí. (Parte I)
Dos cubanos, uno blanco y el otro negro, autores materiales del atentado por envenenamiento a José Martí, quien los había acogido como ayudantes personales ante la insistencia de ellos. Sucedió el 16 de diciembre de 1892, cuando regresaba a Tampa junto a José Dolores Poyo, después de efectuar algunos trabajos con los clubes patrióticos. Martí estaba apercibido porque, “un español llano, amante de la justicia y de la libertad, confidencialmente informó a los patriotas cubanos que el gobierno de Madrid daba una suma para que lo asesinaran” (1).
Más tarde cuando Enrique Collazo visitaría a Martí en los momentos del fracasado Plan de Fernandina, lo describiría así, “vivía errante, sin casa, sin baúl y sin ropa; dormía en el hotel mas cercano del punto donde lo cogía el sueño; comía donde fuera mejor y más barato; ordenaba una comida como nadie; comía poco ocasionada; días enteros se pasaba con vino Mariani” (2). Y fue este tipo de vino el que contenía el veneno, y esos individuos los que le insistieron lo tomara, mientras comía en Tampa. En el primer y único sorbo, Martí, “escupió el trago, fue atendido de inmediato por el médico cubano Miguel Barbarrosa, que lo hizo vomitar para limpiar el estómago. Las secuelas de la porción de ácido finalmente ingerido le harían daño por meses. El intento de asesinato fue seguramente pagado por intereses integristas. Para esa fecha, las actividades de Martí eran estrechamente vigiladas por la Inteligencia militar española, y por compañías (privadas) como Pinkerton National Detective Agency y Davies Detective Agency. Pueden leerse hoy reportes de gastos en detectives de la Pinkerton que consignan, por ejemplo, los del agente «E.S.»: «Una botella de vino para la cena, para Martí, Mantilla y para mí, en busca de información: 0,75 ctvs.»”(3).
Del hombre blanco no se sabe nada, “el segundo era Valentín Castro Córdova, matancero, de 24 años de edad. Dos días después del fallido intento, Castro se reunió con Martí. Si bien amigos del líder lo hubieran linchado, Martí habló unas horas con el joven. La memoria oral cuenta que, tras escucharlo, Castro salió llorando“(4).
Lo insólito es que Martí, meses más tarde, se lo explica en dos cartas a Serafín Sánchez, y que el susodicho Valentín Castro Córdoba, acompañara a Serafín el 7 de julio de 1895 al salir de Pine Key, Florida, en una expedición donde el general viajaba como segundo jefe en el vapor James Woodall, junto al también general Carlos Roloff, jefe de los ciento y tantos hombres que el día 24 de julio del mismo año, desembarcaría por la playa de Tayabacoa, límite entre las jurisdicciones de Trinidad y Sancti Spíritus. Según investigaciones Castro Córdoba alcanzó los grados de comandante mambí. Continuará…/
Fuente:
1.- Revista Bohemia. Año 44. No. 10. La Habana, 9 de marzo de 1952.
2.- Cuba independiente. Enrique Collazo. Habana. 1900. Págs. 51 y 52.
3.- José Martí, hierro y fiebre. El estornudo. Por Julio Cesar Guanche. Enero 28 del 2020.
4.- José Martí, hierro y fiebre. El estornudo. Por Julio Cesar Guanche. Enero 28 del 2020.
Otra versión cubana sobre la muerte de José Martí. (Final)
De aquel sitio fuimos a ocupar una posición donde, según el práctico, podíamos interceptar la marcha de regreso a sus cuarteles de la columna española y rescatar a Martí (seguramente que ya el General en Jefe no abrigaba duda de que había caído en poder del enemigo); pero cuando llegamos, aquella había pasado. Volvimos entonces al lugar donde se había efectuado el combate y se confirmó la desconsoladora verdad. Allí una señora le entregó al general Gómez un papel escrito y le trasmitió un mensaje verbal de unos de los jefes de la columna, según el cual ésta conducía a Martí gravemente herido y ofrecía que en caso que se restableciera lo reintegrarían a nuestro campo. No sé si el General pudo darle crédito a una promesa tan inverosímil, pero le oí exclamar:
—Quién sabe, estos jefes españoles suelen ser caballeros.
El papel tenía el signo masón de Rosa Cruz y escritos paralelamente los nombres de Sandoval-Martí, con lo que se quiso hacer creer que era del jefe de la columna enemiga Ximénez de Sandoval, quien más tarde lo desmintió.
Tal fue la acción de Dos Ríos: una escaramuza, un episodio insignificante en el gran drama de la guerra, si la muerte de Martí no le hubiese dado tan enorme trascendencia. De trescientos y tantos jinetes de que constaba nuestra fuerza, solamente tomaron parte en el combate cincuenta o sesenta, los que constituían el centro de la columna, llevado personalmente por el General en Jefe. Del resto que quedara en la margen opuesta del río, si algunos más lo llegaron a pasar, no tuvieron tiempo para entrar en función. Nuestras bajas se redujeron a un muerto y tres heridos, si bien de estos últimos uno, el coronel Bellito, murió más tarde.
Concluida de manera tan infeliz para nosotros aquella jornada, abandonamos el campo de Dos Ríos, nuevo Gólgota, desde entonces y para todas las generaciones de cubanos unido a la memoria de Martí.
Atardecía cuando llegamos a acampar otra vez, agobiados por el peso de aquel infortunio. Nadie ahora cantaba, nadie reía. Nuestras tropas, de sólito tan jacarandosas y dicharacheras, se mostraban entristecidas, y, formando aquí y allá distintos grupos, comentaban con dolorido acento la muerte del Presidente, que así, espontáneamente, habían dado en llamarle. Llegó la hora de la queda. El toque de silencio de aquella noche tuvo, para los que allí nos congregábamos, toda la solemnidad y toda la aflicción de un De Profundis.
Fuente:
Mis primeros treinta años. General Manuel Piedra Martel (coronel del Ejército Libertador) Ayudante de Campo de Antonio Maceo. La Habana. 1943
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