Si el
dictador Fidel Castro no hubiera existido cuando el general Augusto Pinochet
derrocó al presidente socialista Salvador Allende, la palabra fascista no
se hubiera divulgado tanto como para llamar así a la dictadura militar chilena.
Más del noventa porciento de la propaganda castrista influyó para estigmatizar
por el mundo, a quienes combatieron un gobierno populista que había llegado al
poder, con el mismo porciento de ayuda de la revolución cubana. El socialismo
con todo su lastre se arraigaba en Chile, los obreros y estudiantes se
manifestaban en todo el país, la carestía de los productos básicos se hacía
insoportable, la industria se paralizaba por las continuas huelgas en contra de
la coalición de partidos políticos de izquierda denominada Unidad Popular
dirigida por Salvador Allende, quien cada día hacía más miserable al país. La
dictadura pinochetista en sus 17 años de poder 1973-1990, persiguió a
izquierdistas, socialistas y críticos políticos, lo que provocó el asesinato de
entre 1200 y 3200 comunistas, la detención de unas 80 000 personas, y la
tortura de decenas de miles, según el gobierno chileno*. ¿Acaso la dictadura
castrista no ha superado con creces esas cifras en los sesenta (60) años de
poder, cifras que superan los fusilados, los torturados, los desaparecidos, las
ejecuciones sumarias y los miles y miles de jóvenes ahogados y desaparecidos en
el estrecho de la Florida y por el mundo buscando la libertad? La comparación
ni existe, la dictadura castrista fue, es y seguirá siendo más fascista,
sanguinaria y cruenta que la dictadura de Pinochet, al que también le cabe el
mérito de renunciar a su dictadura y estregar a la democracia chilena un país
próspero, con una de las economías más elevada de América Latina, mientras la dictadura
de los Castro se perpetúa, con una de las economías más paupérrimas que sólo
supera a Venezuela (a la que hundió en la miseria) y Haití.
*
Fuente: Wikipedia.